Entrevista a Alberto Jiménez: «La capacidad de transformarse en función del personaje es lo más importante como actor»

Alberto Jiménez - Fotografía Teresa Isasi

Me reúno con Alberto Jiménez en la cafetería del hotel Puerta de Toledo en Madrid. A Alberto lo conocí en la última edición del FESCIGU, en su gala de clausura, en el cual ejercía de jurado. Una vez terminó el evento, me acerqué a él, me presenté y le pedí una entrevista. Fruto de aquella petición es esta publicación.

Alberto Jiménez es un actor madrileño con una extensa carrera artística en cine, teatro y televisión. En televisión ha formado parte del reparto de series como La reina del sur, Amar es para siempre, Servir y proteger o Mano de hierro. Uno de sus papeles más destacados en la gran pantalla ha sido el de coprotagonista en El Bola de Achero Mañas, y también hemos podido verlo en películas como Mar Adentro, El principio de Arquímedes o La Fuga.

El proceso, basada en la novela de Franz Kafka con dramaturgia y dirección de Ernesto Caballero, ha sido su última representación sobre los escenarios, donde también podemos mencionar obras como Esperando a Godot, El ángel exterminador, El pintor de batallas o el rito teatral Kapow escrito y protagonizado junto a Patricia Ruz para el Teatro de la Abadía.

La mayoría de sus interpretaciones han sido de carácter dramático, personajes complejos y desafiantes a los que gracias a su dedicación y habilidad ha sabido darles profundidad.

Con Lluís Quílez, el director de Mano de hierro, ya habías trabajado con anterioridad.

Sí. Me llamó para trabajar con él en su primer corto: El siguiente. Me gustó mucho como trabaja, lo que quiere hacer y cómo lo hace. Y bueno, pues me llamó para hacer este personaje en Mano de hierro que, bueno, es pequeñito, pero… muy, muy… tiene su cualidad. No es un protagonista, pero sí que tiene su importancia. Recuerdo una anécdota cuando rodábamos el corto, él estaba recién salido de la escuela de cine de Barcelona, de la ESCAC, y allí le debían de haber enseñado que tenía que explicar a los actores el plano, la motivación del personaje, que había que ensayar con ellos todo lo posible. Entonces él, en cada toma, no en cada plano, en cada toma, me contaba la historia del personaje. Y yo pensaba que no hacía falta que me explicase el personaje en cada toma, pero no le quise decir nada para no perjudicar el empeño y la ilusión que tenía. Así que nunca en mi trayectoria me explicaron el personaje y sus razones tantas veces. El corto funcionó muy bien, le dieron muchos premios, incluso en Milwaukke. El corto va de un asesino en serie, y fíjate, la cosa es que nos dieron un premio por nuestra interpretación coral en la ciudad donde vivió el carnicero de Milwaukee. Por cierto, que mi único premio como actor en mi carrera ha sido ese.

En octubre se cumplen 25 años del estreno de El Bola, película por la que te siguen reconociendo.

Sí, es una película que, aunque no haya tenido mucha repercusión en los medios de comunicación, la ha visto y disfrutado mucha gente. A mí todavía me pasa que voy a la seguridad social y el funcionario que me atiende de repente me dice: «¡pero es el de El Bola! Pues que sepa que esa película a mi hermano le cambió la vida y la relación con su hijo».  Y yo me digo, ¡hostia, y después de tantos años!

Otro largometraje, triunfador en los premios Goya de 2005, en el que has participado, es Mar adentro.

En Mar adentro hago del marido del personaje que interpreta Belén Rueda. No era un personaje muy largo, pero sí que tenía un par de secuencias más, muy bonitas, con Belén, que luego en montaje se decidieron quitar. Nuestras secuencias sucedían en Barcelona, y Amenábar querían que la historia se centrase en Galicia. Qué le vamos a hacer, así es el cine.

La mayoría de tus personajes son dramáticos. ¿Te hubiese gustado trabajar en más ocasiones en comedia?

Este oficio es un… es un sinsentido, porque yo antes de El Bola hice mucho teatro y casi siempre eran personajes, no cómicos, pero, vamos, medio de comedia. Pero me salió El Bola, maravillosa mi suerte, y desde entonces ya solo me han dado personajes serios y dramáticos. Para hacer algo cómico está claro que me lo tengo que producir yo.

En septiembre del año pasado se estrenó Las abogadas, una serie en la que tienes una breve aparición, pero en la que das vida a una persona célebre.

A Joaquín Ruiz Jiménez catedrático, político y abogado durante la dictadura franquista, que debido a los disturbios universitarios de 1956 se fue distanciando del régimen y adoptó posiciones democratacristianas, absolutamente en contra de la dictadura, por lo que se ganó cierto respecto de parte de la oposición antifranquista. Y en la etapa final del franquismo defendió a personas acusadas de delitos de opinión. 

Alberto Jiménez - Fotografía Teresa Isasi
Alberto Jiménez – Fotografía Teresa Isasi

¿Cuándo surge tu pasión por la actuación?

Hicimos Jesucristo Superstar en tercero de B.U.P. para sacar el dinero para viaje de fin de curso. Yo hacía de Herodes, y la noche después del estreno me besé con todas las chicas del coro con las que hacía el número musical, con todas ellas. Era la primera vez además que yo besaba a una mujer y me dije: ¡esto es ser actor es la hostia! Ahí es cuando claramente decidí ser actor. Hacer esa obra fue una experiencia muy bonita, estuvimos todo el año ensayando, éramos jóvenes y nos lo pasamos muy bien, y pensé: yo quiero vivir esto siempre. Luego ya me di cuenta que la realidad era otra.

¿De quién has aprendido más sobre tu profesión, pero sin conocerlo o conocerla?

Marlon Brando. Marlon Brando es el Miguel Ángel de la actuación. Fue el primero que comenzó a trabajar de otra manera, de una manera mucho más verdadera y orgánica. Hay una escena en un Tranvía llamado deseo en la que está hablando con una Vivien Leigh, una actriz que venía de una formación inglesa muy tradicional. Entonces, en mitad de la secuencia Marlon Brando de repente se pone a jugar con una pluma, que se le había caído a ella de un collarín que llevaba, casi hasta el final de la secuencia. Y se puede apreciar perfectamente la cara de Vivien pensando: «¿por qué en vez de mirarme a mí mientras decimos nuestras frases, este señor está jugando con la plumita?».

Estamos asistiendo al nacimiento de la interpretación actoral moderna.

¿Qué diferencia hay al interpretar a un personaje en una serie diaria a hacerlo en una de menos extensión?

Cuando puedes hacer un personaje que lo estás representando todos los días, llega un momento que tienes un dominio, que sale solo, no tienes que hacer nada. Lo has hecho tuyo.

La verdad es que la serie diaria es algo muy condicionante para mí, y es que hay que estudiar y memorizar mucho. Hay que ir muy deprisa, hay poco tiempo para el error, si fallas se descontrola toda la jornada. Es una tensión que a mí no me gusta.

¿Qué es para ti lo más importante como actor?

La capacidad de transformarse en función del personaje. Me gusta que la gente cuando me vea piense que siempre hago de malo o cuando me vea haciendo de bueno piense que siempre hago de bueno. Lo importante es hacerlo bien. ¿Qué es hacerlo bien? Ese es el asunto. Si haces comedia, si no se ríen, está claro que no está funcionando; pero si estás oyendo que la gente se está divirtiendo, pues claro, te da un subidón de la hostia. Cuando estás haciendo drama, lo único que puedes percibir es el silencio, es lo que te demuestra que estás consiguiendo crear ese clima de drama. Es brutal.

¿A qué personaje de los que has interpretado le tienes más cariño?

A Simeón Julepe, un personaje que interpreté en más de 400 representaciones, en El Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte de Ramón del Valle-Inclán. Fueron muchos años trabajando con el personaje para públicos de España, Latinoamérica… y siempre con un éxito acongojante.

¿Qué recuerdas de tu paso por Argentina?

En Argentina he rodado dos películas y he hecho una obra de teatro. Los argentinos son muy buenos actores, trabajar con ellos es un privilegio. Y además allí a los actores se les tiene mucha mayor consideración que aquí en España. O quizá antes, ahora ya, no sé. Pero antes… cuando yo trabajé allí, yo notaba que… se les tenía mucho más cariño y mucho más aprecio a los actores. Se les respetaba más. Ahora ya también te digo que no tanto. Yo estoy hablando de lo que fue mi presente, que ya se ha pasado.

En España, antes, cuando yo trabajaba en el cine, los actores… bueno, nadie del cine sabía casi ni lo que era el teatro. En cambio, allí en Argentina, todos los actores que rodaban, que hacían cine, su mayor pasión era hacer teatro. Es una cosa que me llamó mucho la atención. Trabajé en una película, La Fuga, con Ricardo Darín, antes de que fuera famoso aquí, entre otros primeros actores de Argentina, y no daba crédito, ¡estaban todo el rato hablando de teatro!

¿Dónde podremos ver próximamente a Alberto Jiménez?

En la película Raíces de Gustavo Ramos, pendiente todavía de estrenar. Una historia alucinante rodada en Puerto Rico, un Apocalyse Now caribeño, que estoy convencido de que va a llamar mucho la atención. Y me alegraré por todo el equipo, pero especialmente por el director, Gustavo, que se ha dejado la piel por hacer posible esta historia tan original, tan intensa, tan emotiva. Ojalá que nos den la oportunidad de que sea vista y disfrutada.

Y voy a hacer una obra de teatro para la infancia, hAY se titula, dirigida por Patricia Ruz, una maravillosa artista y creadora. Eso me apetece mucho, nunca he hecho teatro para la infancia, y bueno, era algo que me faltaba por experimentar. La vamos a estrenar en mayo, en sala de teatro Cuarta Pared en Madrid.

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