La directora Sophie Lellouche debuta tras las cámaras con una comedia románticas llamada ‘París-Manhattan’. El título hace referencia a la película ‘Manhattan’ del cineasta Woody Allen. No es casualidad que se haga referencia a un largometraje de Allen, ya que la realizadora hace de su ópera prima toda una carta de amor a la imagen del director neoyorquino.
Alice es una farmacéutica joven y guapa que siente una insólita fascinación por el cine de Woody Allen. Pese a estar soltera, se siente a gusto en su vida, aunque su familia está preocupada de buscarle pareja constantemente. En una reunión de amigos conoce a Victor, un instalador de alarmas de seguridad. La atracción es mutua y, pese a que Victor se haya enamorada, ella no lo tiene tan claro al tener a Vincent, un joven apuesto e ideal, que también desea estar a su lado. Alice se debatirá entre el amor idealizado y un amor más real y seguirá los imaginarios consejos de Allen, al que le hablará en sueños.
Lellouche le hace un homenaje lleno de amor al realizador de Nueva York. El que Alice hable imaginariamente con Woody Allen hace que se venga a la mente ‘Sueños de un seductor’, en la que Allen hablaba con el fantasma de Humphrey Bogart. Como si deseara reinventar el concepto de seducción al momento presente; la directora cambia al personaje masculino de Allan Felix por el de Alice Ovitz, una joven judía que se debate en preguntas emocionales mientras capea los problemas de la vida y mantiene un extraño triángulo amoroso inconstante a lo largo de la película.
Porque el concepto de traer ‘Tócala otra vez, Sam’ al cine de nuevo pero con una mirada femenina, original es. Sin embargo, la realizadora francesa dedica más tiempo a sus homenajes al cineasta que en mostrar una trama interesante. El amor entre Alice y Victor se inicia creíblemente, gracias especialmente a la interpretación de Patrick Bruel como pretendiente obrero y maduro. Alice Taglioni, a la que se le ha visto recientemente en ‘French Women’, interpreta a una protagonista con poca alma y poca vis cómica aunque tiene momentos correctos. Pero ese romance “alleniano” se pierde por momentos, en parte, gracias a tramas secundarias que, aunque sean más interesantes que el relato troncal, son adornos que, se supone, deben realzar un argumento sólido, no deslumbrarlo.
La propuesta cae en tópicos ataques a la burguesía francesa, como en películas semejantes como ‘Los ojos amarillos de los cocodrilos’ o ‘Voy a ser mamá’. Y como en las obras citadas, esa crítica a la falsedad burguesa resulta un rasguño un tanto ruborizado. Aun así, su elegante puesta en escena, la comicidad de los secundarios, y el que se haya tomado así misma como obra menor la convierte en una propuesta medianamente interesante
‘París-Manhattan’ es un ejercicio iniciático correcto para una directora que ha apostado sobre seguro y que se ha ayudado con su afición por Woody Allen para construir una propuesta sólida en la que se echan en falta atrevimiento e innovación. La aparición, en forma de cameo, del creador de ‘Annie Hall’ o ‘Blue Jasmine’ viene a ser como un apadrinamiento y muestra de confianza en una promesa del género de la comedia romántica. Un film ideal para desconectar de profundas reflexiones pero que no ofende a la capacidad intelectual del espectador. París, por un momento, le toma prestado a Manhattan su encanto y atmósfera.