Pese a apellidarse igual que el célebre Pier Paolo Pasolini, por las venas de Uberto Pasolini corre sangre del gran realizador Luchino Visconti. El sobrino del creador de filmes como ‘La caída de los dioses’ o ‘Muerte en Venecia’ ha ejercido más de productor que de director, de hecho esta propuesta es su segundo largometraje como director. Conocido, sobre todo, como el productor de ‘Full Monty’, su carta de presentación tras la cámara fue ‘Machan’, una extraña comedia que entremezcla la situación de un grupo marginal en Sri Lanka con el balonmano.
En ‘Nunca es demasiado tarde’, Pasolini deja las exuberantes tierras asiáticas para adentrarse en el urbano Londres. John May es un solitario empleado del ayuntamiento que se encarga de encontrar a los seres queridos de personas que acaban de fallecer y que nadie ha reclamado. Diligente y laborioso, su manera artesanal de llevar su trabajo no convence a los nuevos jefes del distrito, que desean reducir costes y aumentar la rapidez de los trámites
La película se muestra en todo momento con tonalidades grisáceas, apesadumbradas, con las que el director consigue trasmitir una sensación increíble de vacío emocional. El protagonista es, sin pretenderlo, un hombre de vino añejo, cuya actitud es rebelde al sistema social actual, dominado por la rapidez, la optimización de las facultades y que ha olvidado el factor humano. Esos muertos a los que les ofrece rituales a los que nadie acude rompen ese pensamiento de que un funeral es para los parientes más que para el fallecido en sí. Una metáfora elegantemente trazada sobre cómo una sociedad tan individual ha olvidado precisamente honrar a ese individuo que hace que la sociedad de consumo fluya.
Esas sensaciones son llevadas de la mano del protagonista, interpretado magistralmente por Eddie Marsan. El actor británico; eternamente secundario en sus papeles, como en la reciente ‘Filth, el sucio’, demuestra que es un actor de tablas, curtido en experiencia y con una comunicación no verbal exquisita. Su mirada afligida, su vestimenta, su actitud son un ejercicio de asertividad fácil. No es un hombre de grandes ambiciones pero sí es una persona con alma y respeto con aquellos olvidados de la sociedad. Su papel emociona porque, sabiendo que ya no es su labor, decide dedicar todo su esfuerzo en el último fallecido del que debe hacerse cargo. Hacer que ese hombre huraño y alejado reunifique a unos allegados que no se conocían en unos casos y que se reencuentran en otros.
Tejida de manera impecable. Quizás a Pasolini, por querer evitar el costumbrismo que otros realizadores, como Ken Loach, han usado excesivamente, no consigue que se penetre tanto en su causa como se desearía. Sin embargo, gracias a Eddie Marsan, esta propuesta llega a su objetivo y atrapa el espectador pero sigue esa cuestión de qué hubiera pasado si el director hubiera sido más atrevido.
‘Nunca es demasiado tarde’ es un ejercicio de reflexión sobre la propia vida y el legado que se deja tras de sí. Un correcto toque de atención para que no se olviden a esas personas que están en el presente colectivo, a ese vecino al que sólo se le dan los buenos días. Académica y bien filmada, esta propuesta, aun siendo conservadora en su forma, es una bella propuesta, un pequeño relato tragicómico, honesto y con un mensaje muy valioso.