Cine sobre el conflicto palestino-israelí hay bastante y de buena calidad. Reciente es el estreno de ‘Omar’ de Hany Abu-Assad. Cierto que el lado palestino suele ser más crítico sobre la invasión de colonos judíos. Sin embargo, el lado judío-israelí también quiere paz y armonía con sus vecinos y el cine que firma Eran Riklis demanda una conciliación entre ambas partes. Ahora vuelve con ‘Mis hijos’, basada en la novela ‘Árabes danzantes’ de Sabed Kashua, escritor y periodista israelí-árabe y que también ha hecho el guion de esta película.
Eyad es un joven palestino nacido en la ciudad de Tira a mediados de los setenta. Es un estudiante brillante que ha sido becado en un prestigioso y exclusivo colegio judío en Jerusalén. Es el primer árabe que estudia allí por lo que intenta por todos los medios encajar con sus compañeros y con la nueva sociedad. A pesar de su esfuerzo y de aguantar el constante acoso de sus compañeros, cuando se descubre que tiene una relación con Naomi, una joven judía, se verá obligado a abandonar la escuela.
“– ¿Y tú, has sido siempre así? – ¿El qué? – Árabe.” Con este diálogo se presentan Eyad, el protagonista palestino, y Jonathan, el chico judío con distrofia muscular al que ayuda. Esas frases se pueden interpretar de múltiples formas, siendo entre la más amable y la más prejuiciosa la que Riklis sabe equilibrar. El cineasta israelí vuelve a traer el conflicto entre judíos y árabes desde una perspectiva social.
El filme se puede dividir en tres actos. El primero relata la infancia del protagonista, recuerdos de niñez donde no falta la comedia y el juego con los prejuicios. En cierta manera, el director inicia de una forma agradable, cómica, en la que el realizador acerca al espectador a ese pequeño niño árabe con mente curiosa y mirada inocente. Sin embargo, esa felicidad y vis cómica empiezan a ponerse serios cuando el ya adolescente Eyad ingresa en el liceo judío donde se encontrará en el foco de la hostilidad. Aquí es cuando esos prejuicios, que en el inicio eran vistos de manera cómica, empiezan a ser drama.
Riklis, tomando distancia, muestra cómo los prejuicios, el odio y el abuso sólo tienen como consecuencia más prejuicios, más odio y más hostilidad. Con el tramo de la adolescencia, el cineasta deja su cara más amable, aquella que recuerda a obras suyas como ‘El viaje del director de Recursos Humanos’, para meterse de lleno en el drama de la lucha de la minoría frente al gigante de la mayoría, como en ‘Los limoneros’. El cineasta combina bien géneros para mostrar un drama con tintes de comedia que desemboca a una crónica sobre la pérdida de la identidad propia para poder sobrevivir.
Se agradece que las buenas intenciones que han tenido sus anteriores obras, aquí queden reducidas en mínima expresión, aunque en algunos momentos sí lo subraye. Otra virtud es la habilidad de traer actores con recorrido en el cine como Yaël Abecassis, Michael Moshonov o Laëtitia Eïdo con actores casi debutantes como la pareja protagonista, el palestino Tawfeek Barhom y la israelí Daniela Kitsis, que le dan una autencidad refrescante a la cinta. Quizás hubiera calado, incluso más, el mensaje de haber situado la trama en la actualidad y no el período de 1982-1992.
‘Mis hijos’ es una invitación a la reflexión, una denuncia de la tiranía y arrogancia de la mayoría judía israelí y muestra de las temibles consecuencias que provoca el rechazo a lo diferente. En una época en la que parece que las diferencias entre Palestina e Israel parecen insalvables, ver gestos que invitan al acercamiento es de agradecer. Gestos que llegan más al público gracias a una película coherente y bien hecha.