El otro día volví a ver «Gran Torino» y me di cuenta del valor real de esta película. Así que he decidido intentar disgregar todos los temas que trata desde un punto de vista histórico. Pero antes vamos a repasar la sinopsis: Walt Kowalski (Clint Eastwood), un hombre jubilado y veterano de guerra, acaba de enterrar a su difunta esposa. Está inmerso en una vida rutinaria, aunque su gran pasión es mantener impecable su Gran Torino de 1972.
Su relación con los hijos es inexistente, todos sus vecinos han fallecido o se han mudado y ahora ocupan su lugar una multitud de inmigrantes de diferentes etnias. Walt es el único vestigio de su generación y observa de manera amarga los cambios que se producen a su alrededor. Sin embargo, tendrá que relacionarse con sus vecinos hmong y ejercer de referente paterno para el joven Thao (Bee Vang), un chico que no acaba de encontrar su hueco en el mundo.
Walt Kowalski encarna la figura del clásico varón estadounidense, un trabajador honrado que entregó sus mejores años de vida a la industria del automóvil para poder ganarse el salario y sacar adelante a su familia. Dispuesto a sacrificarse por la patria cuando la Guerra Fría azotaba el panorama internacional. Es un personaje que trató de seguir los estándares clásicos y acomodar su vida al rol que la sociedad dictaba: un superviviente del mundo que le tocó vivir, desgastado por sus vivencias y apesadumbrado por los errores cometidos.
El inevitable paso del tiempo le convirtió en un lobo solitario, un viejo cascarrabias que rechaza los cambios y que está condenado a desaparecer. Tan solo puede sentarse en el banco de su porche mientras toma una cerveza y contempla las cenizas de su generación. Su rostro, su mirada y su forma de comunicarse es el discurso central de la película: la tradición rechazando lo nuevo, lo que está por venir, el futuro que se abre paso como un fuego dispuesto a quemar el follaje del conservadurismo. Su hogar es el último bastión del pasado, el único territorio que resiste la conquista del nuevo mundo, el lugar al que el protagonista se aferra porque representa todo su legado.
Walt Kowalski también es el estereotipo de la masculinidad, durante toda su vida ha ido comprando diferentes herramientas que guardaba en su taller (su pequeño rincón), sinónimo de que él se ocupaba de las tareas domésticas asociadas al hombre y que la mujer “no podía” solventar por su condición. Tampoco es raro suponer que Walt visitase con regularidad el bar mientras su mujer preparaba la comida o atendía a los hijos. Las reuniones con los amigos en los bares para hablar de la vida formaban parte de la rutina diaria y eran una excusa para tomar alcohol y desentenderse de otras preocupaciones.
Su posesión más valiosa es su Gran Torino, tener un coche lujoso, potente y distintivo puede ser interpretado como un símil de la virilidad. Participó en la guerra de Corea y fue condecorado con la medalla Estrella de Plata que era entregada por demostrar el coraje frente a los enemigos de Estados Unidos. Mató a trece coreanos, entre ellos niños soldados, esas imágenes le acompañarían durante toda su vida. Los que participan en la guerra conviven con la pérdida, el odio, la disciplina y la violencia; te transforma en alguien diferente. La guerra envolvería al protagonista en una coraza perenne de dureza y control de sus emociones; a un hombre no se le permitía mostrar su fragilidad.
Llorar, expresar sensibilidad o ser diferente a los patrones te delataban como alguien débil que no merecía respeto. Tenían que aprender a contenerse y a enterrar los sentimientos. El lenguaje también se adaptaba a las situaciones dependiendo del contexto: En los hogares familiares y el trato a las mujeres era más cercano y entrañable, pero fuera se perdían las formas y se abrazaba un tono más grosero y maleducado que reforzaba –falsamente – la condición de hombre duro. La película ejemplifica estos comportamientos cada vez que el protagonista acude a la peluquería.
Las nuevas generaciones pretenden ocupar su lugar y renovar el sistema acomodándolo a su visión. Son el motor de arranque del cambio social, pero en ese proceso se pierde un valor fundamental: el respeto. La juventud se piensa que, por su condición, la balanza se decanta por ellos, la verdad les elige como heraldos y la razón les acompaña en cualquier debate, pero la experiencia no responde por ellos y todavía pueden heredar mucho conocimiento de las viejas generaciones. La película nos presenta a la nieta del protagonista en el funeral de su abuela con todos los familiares y amigos, la iglesia está de luto y la vestimenta por excelencia es el negro, pero la chica se presenta con el ombligo destapado, con un pirsin y ropas alegres que desentonan con el motivo de la reunión.
Cuestiona las tradiciones con el simple acto de escoger una ropa que sigue las tendencias actuales. Walt al ver las pintas desvergonzadas de su nieta esboza una cara de decepción y desagrado por su falta de consideración. El director crítica las nuevas modas con un dialogo contundente: “podría ir más recatada”. Tras el funeral todos se trasladan a la casa de de Walt y la única preocupación de la nieta es encontrar cobertura para su teléfono móvil. El desinterés y respeto a sus familiares es atroz, solo se digna a preocuparse por su abuelo cuando sus padres le dan un toque de atención.
Más tarde, el protagonista y su nieta se encuentran en el taller y la chica pregunta a su abuelo qué hará con el Gran Torino cuando fallezca, Walt se niega a contestar y se retira sin mediar palabra. Estas tres situaciones plasman la falta de respeto de la juventud, incapaces de mostrar empatía hacia los mayores, pues para ellos solo forman parte del pasado y son como muebles que ya no cumplen una función. O esa parece ser la visión del director.
Clint Eastwood no pierde la oportunidad de ofrecer una versión descafeinada de la religión, pero que indaga en temas de mucha enjundia sin tratar de ser correcto en la forma. La trama religiosa en la película viene introducida por el sacerdote, un chico joven recién salido del seminario y sin mucho rodaje ejerciendo su oficio, aunque acompañó espiritualmente a la esposa de Walt en sus últimos días. El sacerdote visita con frecuencia a Walt para conversar, para acercarle a la senda de la iglesia y con el propósito de cumplir la promesa que le hizo a su esposa de que se confiese, pero Walt lo único que confiesa es haber ido a la iglesia durante tantos años para acompañar a su mujer, no por devoción propia.
La película nos plantea la escisión con la religión, la pérdida de influencia de la iglesia en el siglo XXI y la imposición de la sociedad que arrastraba a las personas a la fe. Para ser el modelo de una familia perfecta tenías que acudir a la iglesia todos los domingos y seguir con rectitud el mensaje de la biblia, las personas no podían elegir libremente quedarse al margen, estaba mal visto; la vida religiosa estaba integrada como un hábito. Había un sector de personas que eran arrastradas a la iglesia para contentar a sus familiares o por miedo a ser juzgados por sus vecinos.
En el siglo XXI cada vez hay menos gente en las iglesias, muchos se nombran ateos y no reciben una respuesta de sorpresa o indignación. Sí, sigue habiendo devotos y cuesta pensar que la iglesia como institución vaya a desaparecer -al menos mientras sepa reinventarse a su ritmo-.
El sacerdote en las primeras escenas plantea una pregunta de difícil respuesta: ¿qué es la muerte y la vida? ¿La muerte es el final o el principio? La respuesta que nos propone la película es que lo importante es el camino y estar en paz con uno mismo. El arco de Walt es el camino de la redención, el poder enmendar los errores dando al mundo una mejor versión de ti con la esperanza de poder irte en paz.
La muerte de Walt es la culminación de la evolución del personaje. Consigue reconciliarse con su alma y muere con una postura similar a la de Jesucristo en la cruz. Es un simbolismo del sacrificio para llegar a la salvación. La muerte del pasado en aras de salvar el futuro. Gracias a su muerte los demás personajes tendrán una segunda oportunidad.
Gran Torino aborda el racismo y para extraer todo el jugo a esa premisa el guionista debe colocar en la acción al personaje que más juego le dé. El personaje de Walt está escrito de forma inteligente porque reúne todos los rasgos que pueden condimentar la trama: xenófobo, conservador, sin filtro, violento, lleno de prejuicios… Estados Unidos vuelve a encarar una oleada de inmigración masiva que viene en busca de la tierra de las oportunidades. Los inmigrantes ocupan los barrios empobrecidos y sus ramificaciones acaban formando pequeñas colonias.
El protagonista de la película ha sido testigo de la desaparición de su barrio, todos los blancos americanos se han marchado y ahora comparte las calles con afroamericanos, latinos, asiáticos; incluso su entorno más cercano proviene de fuera, el peluquero es italiano, el constructor es polaco y el cura irlandés. Convivir con el personaje de Walt es recibir miradas de desprecio y malas formas de alguien que quiere desentenderse de todo y seguir con lo suyo. No son iguales, no tienen nada en común, son incivilizados, pertenecen a otra clase, son los pensamientos que recorren la mente del protagonista.
El hijo de Walt se compra un nuevo vehículo de la marca Toyota, perteneciente a una compañía japonesa, e irrita al protagonista al ver que hasta los productos son exportados en lugar de reportar el beneficio en los bienes nacionales. Para mayor inri, Walt trabajó toda su vida en el sector del automóvil para Ford, una compañía estadounidense.
Tras el devenir de los acontecimientos acaba relacionándose con los vecinos de al lado y la muralla de prejuicios que los distanciaba comienza a tener grietas: “tengo más en común con esta gente que con mis propios hijos consentidos y malcriados”. El protagonista se acerca a los jóvenes de la familia y se convierte en un guía para ellos, en una figura paterna que rompe el distanciamiento entre los jóvenes y los mayores, pero en ese proceso también se disipan los tintes racistas. Empero, nunca abandona su humor ácido y arisco repleto de tópicos, como por ejemplo que los asiáticos comen perros.
Gran Torino le habla directamente al espectador estadounidense para que acepte la inmigración como parte del desarrollo. El racismo siempre ha sido foco de debate en los Estados Unidos y no queda tan lejos su triste historia con la esclavitud. La multiculturalidad forma parte de la nación, ambas se han complementado para edificar una identidad propia. El suelo americano no le pertenece a los blancos, es de aquellos que quieran ganarse la vida sin importar su condición o raza. No hay extranjeros, tan solo ciudadanos que velan por la prosperidad de los Estados Unidos.
Los hmong son un grupo étnico que habita en diferentes países de Indochina. Tras un periodo de exaltación en la China del siglo XIX provocada por el enfrentamiento entre las dinastías Ming y Qing, los hmong se impusieron y acabaron expulsados de China. Con la pérdida de sus hogares tuvieron que buscar refugio en otros países como Tailandia, Laos, Birmania y Vietnam. La Guerra Fría se cobró otra víctima durante la Guerra de Vietnam con el ejército clandestino que formó la Agencia Central de Inteligencia para combatir junto a los norteamericanos.
Los hmong tenían la fama de ser grandes guerrilleros y fueron reclutados para formar parte de misiones encubiertas que ayudasen a los intereses de los Estados Unidos, a cambio recibirían un buen sueldo, formación militar, recursos y un futuro resuelto. La derrota de los estadounidenses en 1975 en Saigón y su posterior retirada de la guerra provocó que los hmong tuvieran que emigrar a otros países para evitar las represalias del gobierno de Vietnam al ser declarados enemigos prioritarios. Muchos hmong residen en Estados Unidos, siendo California el lugar donde existe la mayor concentración de esta etnia.
Su historia se hizo conocida tras el estreno de Gran Torino. Nick Schenk, el guionista de la película, tomó la decisión de convertir a los hmong en los vecinos del legendario Clint Eastwood. La repercusión fue inmediata y se iniciaron campañas para que el Gobierno estadounidense recompensase al pueblo hmong por los servicios prestados.
Los puntos conflictivos del guion se producen con la aparición de las bandas callejeras, en la película aparecen tres pandillas diferenciadas por su etnia o raza: los latinos, los negros y los hmong, los dos primeros limitan su acción a una sola escena, mientras que el último grupo ofrece mayor profundidad y tiene más presencia durante el metraje de la película. Las bandas se configuran por una serie de características que aúnan unos valores despreciables. Se rigen por la figura de un líder y el resto de integrantes de la banda le deben pleitesía y respetan sus decisiones. Si el líder mostraba fragilidad podía ser traicionado y relegado a otro rol.
Las bandas exaltan la violencia y acaudillan la delincuencia como forma de vida perpetrando toda clase de delitos. Todos sus actos están acompañados de agresiones físicas y lenguaje hostil para imponer su superioridad sobre el resto y ganar prestigio. No respetan las leyes y gozan de cierta indulgencia por parte de las autoridades por temor a que acometan sobre ellas. Solo se tienen respeto entre ellos, los que no pertenecen al grupo son maltratados y se aprovechan de ellos para robarles o para divertirse a base de palizas.
La mayoría de los integrantes son balas pérdidas, jóvenes sin estudios que se han formado con las enseñanzas de la calle, personas que no tienen un propósito claro en su vida y quedan desvinculados de su familia. El reclutamiento no entiende de edades, las bandas consiguen ser más amenazantes si cuentan con muchos hombres en su organización; no era extraño ver a niños adoctrinados entre sus filas. Las mujeres eran excluidas y tratadas como objetos, siendo frecuente la violencia sexual para festejar su poder sobre ellas.
Formar parte de algún grupo consistía en adaptarse a su forma de vida: vestías, hablabas y compartías los mismos gustos que ellos. Para ingresar en sus filas era habitual algún ritual de iniciación que consistía en una prueba de diferente riesgo para ver si eras apto y podías cumplir con futuros encargos. En la película Thao tiene que robar el Gran Torino de su vecino para pertenecer a la banda de su primo.
Las bandas luchaban en trifulcas callejeras y mantenían constantes disputas para dominar un territorio o una zona del barrio. Existían fronteras invisibles que delimitaban la zona de influencia de estos grupos, atravesarlas podía ser un suicidio en caso de ser descubierto o una declaración de guerra. Los viandantes también debían evitar las zonas más conflictivas porque no estaban exentos de la violencia. Las pandillas anidan en los barrios de clase baja, donde la pobreza se manifiesta de manera explícita y que aprovechan para instaurar su anarquía de terror.
Clint Eastwood es un excelente narrador que enmascara la profundidad de su obra con una historia aparentemente sencilla. Gran Torino es una oda a toda su carrera cinematográfica, una maravillosa película sobre la redención y que adquiere toda su verdad mirando al pasado. Es una de las grandes joyas del cine y aborda todos sus temas de manera brillante sin que su contenido sea baldío e insustancial.