El pasado 9 de marzo Netflix estrenó la tercera y última temporada de ‘Love’. La serie, creada, escrita y producida por Judd Apatow (‘Freaks and Geeks’), Lesley Arfin y Paul Rust, que también la coprotagoniza, narra la historia de Gus (Paul Rust), un chico dulce, simpático, entrañable, que siempre está dispuesto a contentar a todos con tal de fingir que no es un desastre. Su mejor cualidad es dejarse mangonear, no sabe dar una negativa por respuesta a la gente de su alrededor. Escribe guiones en sus ratos libres y compone canciones absurdas como banda sonora a sus películas favoritas. En cambio, Mickey (Gillian Jacobs) es una chica desvergonzada, nada tímida y a menudo imprevisible. Es adicta al sexo y un poco inestable, espejo en realidad de Gus, y viceversa. En el fondo, ambos son idénticos, tratan de esconder las inseguridades y el miedo al fracaso a veces de malas formas, por eso son, cada uno a su manera, mezquinos y miserables. Y juntos lidiarán con sus fantasmas sentimentales.
Pese a que, en apariencia, sean dos personas incompatibles, la serie trata con profundidad las relaciones modernas, a través de la mirada de una pareja que se conoce por azar en el episodio piloto. Como pueden, explorarán el amor, el compromiso, la intimidad, las humillaciones, los problemas, las dudas, los miedos, desmarcándose, eso sí, de la convencionalidad de las películas románticas, cuya fórmula ya está obsoleta.
El punto fuerte de cada temporada es que, al margen de los protagonistas, conocemos con bastante detalle a los personajes secundarios, de quienes observamos las distintas facetas de sus vidas (hay capítulos muy buenos dedicados a ellos que prescinden de los dos principales). Casi todos viven en situaciones precarias y trabajan en sitios que no les gustan. Mickey colabora en una cadena de radio, y Gus es un guionista frustrado que intenta triunfar en Hollywood. Hace lo que puede para subsistir siendo tutor de Arya, la estrella de televisión menor de edad de la serie Witchita, un culebrón de terror para jóvenes que, en realidad, los showrunners de la serie parodian. Me da la sensación que esta trama les sirve para ridiculizar, a través de la comedia, a los guionistas de televisión convencional y a sus producciones ya desgastadas.
A través de sus personajes, ‘Love’ muestra una generación sin rumbo, unos adultos que se comportan como niños, incapaces de superar sus problemas pasados y aún instalados en la adolescencia (o lo que es lo mismo, incapaces de madurar). Tienen pánico a que les hagan daño y caer de manera definitiva en la miseria, de la que cuesta salir. Así, el título de la serie funciona como una broma de mal gusto, pues ‘Love’, si nos alejamos de su superficie (es simplemente una comedia alocada), trata sobre el fracaso de la sociedad americana y su sueño, a la que critica de forma mordaz. En mi opinión, esta mofa puede traducirse al resto del mundo, instalado, si por ejemplo hablamos sobre el uso que damos a la tecnología, en el narcisismo en las redes sociales, sustentadas sobre una paradoja, esto es, que el abuso de la comunicación, vía tecnológica, resulta una incomunicación absurda (el episodio cinco de esta temporada, además de dedicarse a Bertie, un personaje que me encanta, muestra esto que digo). La humanidad exhibe en su “escaparate” la apariencia para “escaparse” de ellos mismos y esconder sus grandes problemas.
En definitiva, ‘Love’ utiliza la tristeza y la convierte en oro. Las tonterías de sus dos protagonistas sirven para paliar el dolor que produce sufrir. Les (nos) da tanto pánico fracasar, que viven (vivimos) paralizados pensando ya en la decepción. Lo único que pretenden en sus vidas es ser felices y no estropearlo. Nada más que eso.