Desde que, en un experimento llamado la tercera ola, el profesor Ron Jones mostrase a unos alumnos de instituto la facilidad con la que un régimen totalitario puede imponerse en cualquier sociedad con las pautas adecuadas, su mensaje no ha dejado de dar la vuelta al mundo.
9 años después del suceso, el mismo profesor que lo puso en marcha con un afán únicamente didáctico, decidió publicarlo, quién sabe si consciente de en lo que iba a convertirse. En 1981 salía a la luz ‘The wave‘, un telefilme americano de escasos tres cuartos de hora que conseguía el Emmy a Mejor programa infantil. En los colegios, representaban numerosas versiones edulcoradas del experimento, interpretadas por los propios alumnos, pero su apogeo tardaría en llegar. No sería hasta el estreno de la película alemana, ‘Die Welle’ (La Ola), que el suceso se diese a conocer en toda su crudeza y con un desencarnado broche final obra de sus creadores.
Este 2015 se estrenó en España la primera versión teatral profesional, representada por el Centro Dramático Nacional. Su traslado a esta arte escénica ofrece al espectador una butaca en el aula de Ron Jones, adentrándonos aún más en ese clima de cambio que lleva la tensión desde las sillas del alumnado hasta las de los espectadores.
Compararemos estas dos piezas que utilizan un mismo punto de partida para desarrollar en los distintos géneros dos obras muy dispares.
¿Ficción o realidad?
Si tenemos en cuenta que el experimento de Ron Jones tenía lugar en California en los años 60, la obra de teatro se alza como la más fidedigna a la realidad. Ese ambiente se transmite en una escenografía cuidada, que nos traslada con realismo a la época sin ni siquiera bajar el telón. En un único espacio, se combinan las distintas acciones de alumnos y profesor, fuera y dentro del aula, que siempre está presente como símbolo del lugar en el que se gesta el nuevo movimiento dictatorial.
Pero si de lo que hablamos es de emociones, es a miles de kilómetros del lugar real del experimento donde se encuentra la historia más impactante.
La película alemana vuelve a los orígenes y al germen del propio experimento. Habla de anarquía y dictadura con los descendientes del nazismo. Ellos no vivieron el experimento de Ron Jones pero forman parte de la herencia del fascismo. El flagrante silencio que sigue al hundimiento de un régimen totalitario nos hace preguntarnos si es más real el guión que recrea el experimento o el que apela a la memoria histórica. No es casualidad que en los colegios de Alemania el libro de Jones se haya convertido en una lectura obligatoria.
Luces y sombras
La iluminación, común en ambos géneros, sirve para recrear ambientes y metáforas de maneras muy distintas según los recursos empleados.
En la obra de teatro, una tela trasparente que recrea una pared hace posible ver proyectadas las imágenes del nazismo sobre las caras de los alumnos, dando comienzo a la sutil metáfora.
En la película, en cambio, las sombras nos llevan a través de la fotografía al juego del bien y el mal, la luz y la sombra y el doble juego del experimento con el rostro que mantiene la tensión a lo largo del metraje: el de Jürgen Vogel (también secundario en Good bye Lenin!) que no encuentra rival en la interpretación del inquietante líder del movimiento.
5 días en 100 minutos
El orden del experimento sucede a tiempo real. El proceso sigue su curso, aunque con matices. En la parte más narrativa, el guión de la obra teatral cuenta con una base histórica que recrea a la perfección lo sucedido. La película alemana, en cambio, se toma licencias poéticas y pone el foco más en el mensaje que en el cómo, agilizando el ritmo con tramas originales y consiguiendo embaucarnos en cómo sería esa historia no en los setenta, sino en el siglo XXI.
El tiempo que necesitan, es llamativamente parecido: en torno a 2 horas, en ambos casos, bastan para transformar a unos cuantos quinceañeros que disfrutan de un ambiente de libertad, en los primeros represores de sus iguales.
En todo caso, ambas obras merecen de sobra un visionado, ya sea para pasar un rato entretenido o para hacernos pensar en aquello que Jones mostró no solo a sus alumnos, sino al resto del mundo.