La línea que separa la literatura y el cine siempre ha sido muy delgada. Desde el nacimiento del cine los directores se han nutrido de obras literarias que han adaptado con mayor o menor fortuna al lenguaje cinematográfico, un acto en el que todos se beneficiaban: la industria al disponer de una buena historia reconocible por el gran público, y los espectadores al poder disfrutar en imágenes de su novela u obra de teatro favorita.
Son muchos los ejemplos de adaptaciones de obras de la literatura al cine por parte de guionistas, pero no tantos los de escritores que han tomado el rol de guionista y se han enfrentado a la tarea de adaptar una novela al cine. Pero hay buenos casos a lo largo de la Historia. Éstos son algunos de los ejemplos más curiosos de guiones de escritores famosos.
El sueño eterno (The Big Sleep, 1946). William Faulker
El guión adaptado de la popular novela negra de Raymond Chandler por parte de William Faulkner (con colaboración de la escritora de ciencia ficción Leight Brackett) es uno de los más celebres casos de escritor-guionista. La motivación no fue otra que la económica, ya que en el año en el que se puso en marcha el proyecto el autor de El ruido y la furia y Nobel de Literatura se encontraba con problemas económicos.
No era la primera vez que el escritor estadounidense se remangaba las mangas de la camisa para escribir un guión de cine. Faulkner ya había trabajado con el director de El sueño eterno, Howard Hawks, en 1944 en la adaptación de la comedia Ser o no ser (To Be or Not To be).
Sólo se vive dos veces (You Only Live Twice, 1967). Roald Dahl
El autor de Charlie y la fábrica de chocolate fue la segunda opción para adaptar el guión de Sólo se vive dos veces, la novela de la popular saga de James Bond del inglés Ian Fleming. La primera fue Harold Jack Bloom, cuyo guión no convenció y pasó a manos de Roald Dahl.
El trabajo del galés no fue fiel a la obra original, que le disgustaba profundamente, y sólo mantuvo dos aspectos: la localización japonesa y el conflicto Bond/Blofeld. Dejando a un lado la acción que Fleming situó en el castillo del jefe de SPECTRA, Roald Dahl imaginó para el agente 007 una aventura espacial con naves-cohete y (para la época) grandes efectos especiales.
Moby Dick (Moby Dick, 1956). Ray Bradbury
El escritor que ha llevado la literatura de ciencia-ficción a las cotas más memorables con obras como Crónicas marcianas o Farenheit 451 se hizo cargo en 1956 del guión de otra obra monumental, Moby Dick, escrita por el norteamericano Herman Melville, que dirigió John Huston y protagonizó Gregory Peck en el papel del capital Ahab.
Según el ensayista y periodista inglés Phillip Hoare, Bradbury leyó nueve veces la novela y al final del trabajo declaró: «terminé aplastado por una profunda depresión. (…) Sentí el peso, podría decirse que la carga, de Melville sobre mis espaldas«. En este vídeo Bradbury detalla más sobre su trabajo en el guión.
Superman (Superman, 1978). Mario Puzo
De la mafia al superhéroe más celebre de todos los tiempos. En 1978 el autor de El Padrino se hizo cargo del guión de la adaptación del cómic Superman. El proceso no fue fácil. Mario Puzo trabajó en un largo guión que debería haber dado lugar a dos películas, Superman I y Superman II, pero el borrador se tildó de «demasiado épico y demasiado caro», pasando a ser adaptado por un grupo de guionistas que transformaron el guión de Puzo en una historia más asequible para la productora. Entre ellos se encontraba Tom Mankiewicz, que escribió la mayor parte del guión final y nunca recibió el crédito que merecía.
Suspense (The innocents, 1961). Truman Capote
En 1961, en un momento álgido de su carrera tras la publicación de Desayuno en Tiffany’s, el escritor y periodista Truman Capote se enfrentó a la adaptación del popular clásico de terror británico de Henry James, Otra vuelta de tuerca. La película, titulada The innocents, y dirigida por Jack Clayton, narraba una historia de terror psicológico en el que una institutriz interpretada por Deborah Kerr se enfrenta a unos sucesos misteriosos en la mansión donde cuida a dos niños huérfanos. El trabajo de Capote mereció un premio Edgar Allan Poe por su recreación de una atmósfera fantasmagórica y gótica.
No fue la última vez que el escritor adaptara una obra literaria; también firmó los guiones de dos de sus propias obras, Desayuno con Diamantes y A sangre fría, y tuvo una pequeña participación como actor en la divertidísima Un cadáver a los postres (Murder by Death, 1976).
Éstos son sólo algunos de los más curiosos ejemplos de escritores que adaptan guiones para el cine. ¿Conoces otras películas cuyo guión lo haya firmado un escritor?
Vía Flavor Wire