En Baviera, a principios del siglo XIV, Gretel y Hansel, de 13 y 9 años respectivamente, viven en la miseria más absoluta. Su padre murió hace años y su madre está casada ahora con un hombre malvado. Debido a la falta de recursos y al creciente miedo que les produce su padrastro, Gretel y Hansel deciden huir del pueblo en busca de un futuro mejor. En el bosque se encuentran con varias personas que, de una forma u otra, intentan aprovecharse de ellos. Huyendo de unos y otros, conocen a un amigable cazador, que por fin les indica cual es el camino seguro a seguir. Así, los dos hermanos llegan a la cabaña de Holda, una amable mujer mayor que decide acogerlos. Lo que Gretel y Hansel no pueden imaginarse es que en esa cabaña tendrán que enfrentarse a sus peores miedos si quieren sobrevivir.
Pedagogía caníbal.
Originalmente, y antes de su disneyficación —con perdón del palabro—, los cuentos infantiles eran cualquier cosa menos relatos amables. Al contrario, con ellos se pretendía educar a unos niños que habrían de sobrevivir en circunstancias bastante más hostiles que las actuales. Ni un ilustrado transido de buenas intenciones habría siquiera atisbado la posibilidad del refuerzo positivo, tan del gusto de la pedagogía moderna.
‘Gretel y Hansel‘ regresa, en parte, a aquellas crudas esencias primigenias erigiéndose por momentos en una cinta de terror de indudable eficacia. Se trata igualmente de un aggiornamento en el que, desde el título mismo, rastrear numerosas claves del audiovisual contemporáneo.
No, esta cinta no es Disney.
Así, pese al breve reparto, éste respeta escrupulosamente las cuotas étnicas, introduciendo un heroico cazador afroamericano —no digo yo que imposible, pero tampoco demasiado probable, presumo, en la Baviera del siglo XV—. Llegados al epílogo, una explosión cromática permite a sus responsables sumar a las minorías asiática, hispana y hasta la judeo-masónica-bolchevique-internacional.
Más sugestivo, en cuanto no tan forzado, me resulta el abundamiento en el proceso de rehabilitación que se viene realizando de la —tradicionalmente denostada— figura de la bruja: mujeres independientes que, por no someterse a los designios de una opresiva sociedad patriarcal, fueron tachadas de locas, envenenadoras, caníbales y un inacabable etcétera de lindezas —en su idiótica labor infantilizadora el amigo Disney no se molestó en refutar ninguna de ellas, qué casualidad—; cuando no perseguidas, procesadas, torturadas, violadas y achicharradas.
Aunque algunos primeros planos de la protagonista —una estupenda Sophia Lillis que ya había transmitido muy buenas sensaciones en ‘It’ (ídem, 2017)— nos retrotraen a la Juana de Arco de Dreyer (La Passion de Jeanne d´Arc, 1928) y la escenografía de los interiores emana un aroma netamente expresionista, las referencias inmediatas se sitúan mucho más próximas en el tiempo.
Concretamente, al Tim Burton de ‘Sleepy Hollow’ (ídem, 1999) y, sobre todo, a ‘La bruja’ (The Witch, 2015), maravilla hanekiana a cargo de Robert Eggers. Por su parte, la iluminación anti-naturalista, el estatismo del encuadre —apenas matizado por un levísimo zoom— y el gusto por los sintetizadores remiten, en cierto modo, a Nicolas Winding Refn. Tales influencias dan pie a una obra visualmente muy atractiva.
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‘Gretel y Hansel’ no constituye ningún prodigio argumental y la precipitada resolución de la trama desluce la sordidez cocinada a fuego lento que se nos había servido hasta entonces. Sin embargo, no debería de sorprender a nadie —excepción hecha del puñado de críticos a sueldo que han manifestado su estupor a ese respecto—, toda vez que los hermanos Grimm, compiladores del original literario, no eran Heinrich y Thomas Mann precisamente.
En cualquier caso, interesante puesta al día del clásico y auto-reivindicación de un cineasta, Osgood Perkins —hijo de Anthony Perkins, intérprete maldito del celebérrimo Norman Bates—, cuya carrera no acababa de despegar. Ojalá esta ‘Gretel y Hansel’ le dé el empujón definitivo.
Tráiler
¿Pasa el corte?
Overall
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Fotografía
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Montaje y edición
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Música
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Guion
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Interpretaciones
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Originalidad
User Review
( votes)Lo mejor
- Lo mejor: la recuperación de las sordideces pedagógicas de antaño, eso sí, en un envoltorio de muy atractiva modernidad visual.
- Lo peor: el convencional desenlace, y la constatación que los cuentos de hadas dan para lo que dan.