Entrevista a Rebeca Valls, una actriz con Alma

Rebeca Valls es una actriz valenciana a quien hemos podido ver en series como Centro Médico, donde dio vida a la Dra. Ortega en casi 500 episodios, o en Amar es para siempre donde interpretaba a Margarita. También ha participado de forma episódica en exitosas series como Cuéntame cómo pasó, Aquí no hay quien viva o Hospital Central. En cine, Carne Cruda, M’ esperaras? o Working Progres son algunas de películas en las que ha trabajado; pero sin duda alguna es en el teatro, avalada por una larga trayectoria y la gran pasión que siente por él, donde sobresale su alma de actriz. El método Grönholm, Burundanga o Dinamarca, por citar tres, son algunas de las obras teatrales en las que hemos podido verla sobre los escenarios.

En 2011 ganó el Premio a Mejor Actriz Revelación de La Unión de Actores y Actrices de Madrid por Burundanga. En 2015 fue finalista a Mejor Actriz en los premios Max de las Artes Escénicas por Casa de muñecas. En 2016 ganó el Premio a Mejor Interpretación Femenina de Teatro de la Asociación de Actores y Actrices Profesionales Valencianos (AAPV) por su interpretación de Sonia en Tío Vánia. En 2020, por Dinamarca, recibió el Premio de las Artes Escénicas Valencianas a la Mejor Actriz por su papel de Solvey, siendo también por esta interpretación finalista de nuevo a Mejor Actriz en los Premios Max. En 2022 volvió a ser nominada a Mejor Actriz en los Premios de las Artes Escénicas Valencianas por La teua mà en la meua.

¿En qué anda metida actualmente Rebeca Valls?

Actualmente acabo de estrenar mi última dirección, La mujer de negro y ando metida en varios proyectos, simultáneamente, tanto de dirección como de interpretación. Tres nuevos y apasionantes proyectos. Un espectáculo de creación que dirijo para el Centre Teatral Escalante, como actriz La Ratonera de Agatha Christie para Olympia Producciones y una adaptación contemporánea de Las Troyanas para el IVC. Estoy un pelín estresada, pero me siento arropada y muy afortunada.

Unos de los proyectos en los que has estado recientemente ha sido Kabul, escrita y dirigida por Rosángeles Valls, una obra que denuncia la opresión y violencia que sufren en Afganistán a las mujeres y las niñas y que ha sido representada en el Monasterio de San Miguel de los Reyes en Valencia. ¿Cómo ha sido preparar esta interpretación y también cómo ha sido actuar en el claustro del San Miguel de los Reyes, un escenario diferente?

Ponernos a investigar sobre las mujeres de Afganistán ha sido terrible. Ver cómo se vulneran los derechos humanos de las mujeres y nadie hace nada. Hay muchas cosas que además nadie sabe. Como que es el único país en el mundo donde el índice de suicidios es mayor en mujeres que en hombres. Se suicidan con opio y matarratas puesto que su realidad se les hace insufrible. Si se les ve el tobillo… las lapidan… y un largo etc. horroroso. Me hubiera gustado que el espectáculo sirviera para ayudarlas en algo, pero no creo que haya servido de nada. Salvo en que la gente salga con cierta conciencia de la deshumanización e injusticia que están viviendo.

Actuar en ese monasterio al aire libre es muy potente. Sintiendo ese claustro del siglo XIV, que ha sido tantas cosas, desde monasterio hasta cárcel de mujeres; viendo la luna, las estrellas… Es experiencia única. Y además con ese maravilloso equipo de mujeres y niñas dirigido por mi madre. Que además puede que sea lo último que crea. ¡Así que te puedes imaginar a nivel emocional donde me sitúa! 

La mujer de negro es tu debut como directora de teatro, aunque antes, además de actuar en ellas, habías codirigido obras junto a Gemma Miralles y Edison Valls. ¿Qué te ha aportado trabajar junto a ellos a la hora de dirigir en solitario?, ¿y qué te ha supuesto el reto de dirigir?

Gemma Miralles y Edison Valls son para mí referentes. Me ayudaron mucho. Me han aportado su manera de trabajar tanto con los actores, como con el análisis del texto, y la puesta en escena. El reto de dirigir esta vez en solitario ha sido emocionante y agotador a la vez. Lo que más disfruto es el trabajo con los actores. Al ser actriz me puedo poner en su piel, respirar con ellos, hacer el viaje del alma del personaje, las líneas de pensamiento, etc. Pero la técnica de La mujer de negro era especialmente complicada. Y ha sido un tremendo reto. Pero estoy contenta con el resultado. ¡Mucho!

¿Cómo surge la oportunidad o la idea de dirigir esta obra?

Diego Braguinsky y yo llevamos ya cinco proyectos juntos. Nos entendemos y nos compenetramos a la hora de trabajar. Tanto él como Olympia Producciones confían en mí como actriz y como directora. Y ha sido esa misma confianza la que me ha hecho continuar dirigiendo. Ellos me propusieron este reto. Y yo lo acepté sabiendo también que iba de su mano.

En La mujer de negro que diriges, que está interpretada por Jordi Ballester y Diego Braguinski, ¿qué diferencias podemos encontrar con La mujer de negro que viste cómo espectadora? ¿Y cómo ha evolucionado desde que la estrenaste?

Fotos de Vicente A. Giménez

No recuerdo al detalle La mujer de negro que vi. Yo tenía 20 años. Sí tengo algunas imágenes muy potentes grabadas, pero en detalle no podría saber que tienen de diferente. Supongo que los actores y la dirección son distintos y nuestros mundos también. Así que en esencia será la misma, ya que el texto no ha variado, pero en gran parte será diferente ya que hemos querido que el espectador sienta el miedo de cerca, en el patio de butacas. Para ello hemos introducido efectos sonoros que rodean al espectador, ilusionismo, proyecciones, más apariciones fantasmagóricas… todo, claro está, al servicio de la dramaturgia.

Ha evolucionado bastante desde que la estrenamos porque la técnica es compleja y todo necesitaba encajarse. Y especialmente para el Talía hemos introducido efectos más envolventes a todos los niveles porque es el teatro perfecto para ello, por la cercanía. El objetivo era que los espectadores disfrutaran al sentir miedo. Un género tan poco habitual en teatro.

¿Por qué hay que ir a ver La mujer de negro?

El miedo es un género habitual en televisión, en el cine, o en la literatura, pero nada en el teatro. Sólo por eso ya me parece una gran oportunidad de vivir una experiencia extraordinaria. Además, se ha representado durante 30 años en el West End Londinense, y se ha producido en 40 países. Es un texto muy bien escrito con el final más terrorífico que yo conozca.

¿Por qué Burundanga es especial para ti?

Burundanga es especial porque es una fiesta. Para el espectador y para los actores. Además, me encanta trabajar con Gabriel Olivares, el director, y con mis compañeros. Empecé en Madrid con ella y ahora sigo aquí en mi tierra. He hecho los dos personajes femeninos de la función. Puedo hablarme y contestarme… ¡ja, ja, ja!

Foto de Nani Gutiérrez

¿Cómo surgió la oportunidad de ir a Madrid a trabajar?

Surgió gracias a Joaquín Hinojosa. Fue de los primeros directores con los que trabajé en Valencia y en aquel momento él era ayudante de dirección de José Luis Gómez en el Teatro de la Abadía de Madrid. En cuanto le dieron su primera dirección en Madrid me llamó para trabajar. Era una coproducción entre el Teatro de la Abadía y Teatres de la Generalitat. Tenía yo 21 años. Pude además acceder a la escuela que tienen en ese teatro. ¡Fue todo un lujo! ¡Y un aprendizaje!

Tu aparición en Centro Médico fue haciendo un “James Bond”, un término que usa una compañera tuya en la serie para referirse a un salvamento inmediato a una persona que está en recepción y sufre un infarto. ¿recuerdas aquella primera escena?

¡Bufff! Sí. Tenía mucho miedo. El primer día tenía que hacer una RCP. Y después una ecografía. Fui unos días antes para que me enseñaran los médicos que trabajaban allí porque además en una serie diaria van muy rápido y necesitaba que saliera bien en la primera toma. ¡Me parecía muy complejo! Y además con terminología médica que no controlo y con diálogos improvisados. ¡Complicadísimo!

En Centro Médico apareciste a mediados-finales de la temporada 2 y estuviste durante casi 500 capítulos dando vida a la doctora Ortega, una mujer que ponía el corazón en todo lo que hacía. ¿Cómo fue aquella etapa en Madrid de rodajes diarios?

Agotadora y feliz. Realmente se hizo posible por el buen funcionamiento humano del equipo, capitaneado por Vicente Torres. Fuimos y somos una familia. Es raro, pero es así. Agradezco mucho esos dos años por muchos motivos. Aprendizaje profesional y personal.

¿Tienes algo pendiente que hacer en tv?

Todo. Considero que he hecho poco pese a las muchas horas que he currado. Me encantaría aprender de otros formatos, otros géneros… y aprender de otras personas.

¿Qué hace reír a Rebeca Valls?

La autenticidad y los chistes absurdos.

Una pregunta que suelo hacer últimamente a los actrices y actores que entrevisto es en que enclave cinematográfico les gustaría rodar; pero contigo voy a hacer un cambio y te pregunto: ¿en qué teatro, que no hayas actuado, te gustaría hacerlo?

En La Comedie Française de París, en el Globe Theatre de Londres, en el teatro Apollo de New York… por poner algunos ejemplos… Más cercanos en Mérida, o en el María Guerrero de Madrid. Hay tantos… Amo el teatro, que le voy a hacer.

Para las actrices y actores de Valencia capital y alrededores también tengo una pregunta que repito y es que elijan entre la paella, la horchata o las naranjas. La paella es sinónimo de reunión con la familia, los amigos… A las horchaterías artesanas casi todos hemos ido algún domingo, y de naranjas, aunque ahora ya menos, siempre hemos estado rodeados. Así que como valenciana: ¿paella, horchata o naranjas?

Paella sin duda, pero no podría vivir tampoco sin horchata y sin naranjas.

¿Qué te ha cambiado la vida?

Mi hija. Alma.

Fotografía de cabecera: Nani Gutiérrez

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