'La Consagración de la primavera', entre el descubrimiento y el despertar (Fernando Franco, 2022)

‘La Consagración de la primavera’ es uno de esos viajes en los que el tiempo pasa lento y los días pesan. En los que parece no ocurre nada pero en los que todo cambia a través de una batalla interna que nadie puede adivinar desde fuera. Esta cinta se queda contigo mucho después de terminar porque los descubrimientos de la protagonista bien pueden haber sido tuyos en algún momento de tu vida, o, sencillamente, porque te pillan con la guardia baja y sin esperar verlos en pantalla narrados de forma tan magistral.

Laura (Valeria Sorolla) acaba de llegar a Madrid para instalarse en un Colegio Mayor y estudiar la carrera de Químicas. Sola y casi sin dinero, intenta adaptarse a su vida universitaria mientras lidia con sus inseguridades. Una noche, por casualidad, conoce a David (Telmo Irureta), un chico con parálisis cerebral que vive con su madre, Isabel (Emma Suárez). Laura inicia con ellos una relación de confianza mutua que le ayuda a superar sus complejos y afrontar una nueva etapa hacia la madurez. La consagración de la primavera es una historia sobre ese momento vital en el que todo es posible y sobre cómo el encuentro más inesperado nos puede cambiar la vida.

Hay que quitarse el sombrero ante Fernando Franco y su equipo de intérpretes. La historia que aquí se cuenta es única y a la par universal. Habla de todo lo que verdaderamente importa y nos quita el sueño durante incontables noches. Esta es una historia de despertar y de ser capaz de mirar hacia dentro, donde más miedo nos da bucear, y también atrevernos a reconocer que frente a nosotros, quienes nos rodean, tienen pozos igual de profundos que los nuestros. ¿Nos paramos realmente a pensar en las necesidades de los demás?

Realmente no, y este guion nos lo muestra a través de la construcción de tres personajes inolvidables. Telmo Irureta da vida a David, y con él, su acidez e inconformismo vital aprendemos una lección que no podíamos anticipar. El espectador pierde la venda que cubría sus ojos y algo tan dado por sentado como que todos somos somos humanos con deseos, anhelos se nos lanza a la cara a través de sus diálogos, que no callan nada porque no tienen por qué hacerlo. La validez de lo que se cuenta y la amabilidad, belleza y claridad con la que se narra permite que hablemos de sexo sin tapujos, sin tabúes y sin vergüenza, y es refrescante.

Los minutos pasan y la familiaridad que nos embarga cuando entramos a casa de los protagonistas de la mano de una Valeria Sorolla sobresaliente es inusual, lo cual nos dice lo bien construida que está la narración y lo pensados que están los escenarios, que, pese a ser mínimos, son clave a la hora de contar la historia. Valeria Sorolla es Laura, una joven con todo por conocer y conseguir. Es su viaje el que realizamos, es su vida en la que nos inmiscuimos, y, aunque nunca la escuchamos pensar en voz alta, su mirada rota, sus gestos indecisos y sus ganas de formar parte de la sociedad que la apabulla nos conmueve y hace pensar sobre nuestros miedos.

Emma Suarez, por su parte, aunque con una presencia breve, es imprescindible para unir los dos mundos de dos jóvenes que nada tienen en común pero que se vuelven angulares el uno para el otro. La naturalidad que ofrece al personaje de Isabel hace que reconozcamos la calidez humana y también el dolor padecido hasta llegar al momento vital en el que se encuentra cuando Laura aparece en la vida de su hijo, y por tanto, en la suya.

‘La Consagración de la primavera’ es una de esas películas de las que no se puede contar mucho no solo porque una intenta no hacer spoiler, sino porque es complejo encontrar palabras que aúnen el mar de sentimientos que se arremolinan en nosotras conforme la trama avanza y Laura se transforma en una mujer un paso más cerca de estar segura y cómoda en sí misma.