Tenía muchas ganas de que me gustase ‘El último viaje del Demeter’. Por reivindicar una cinta que —como casi todas hoy día— había pasado sin pena ni gloria por las salas de cine, y porque la dirige André Øvredal, responsable de ‘La autopsia de Jane Doe’ (‘The Autopsy of Jane Doe’, 2016), sin duda una de las mejores películas de terror de los últimos años. Pues bien, la decepción ha sido mayúscula.
Y eso que el escalofriante punto de partida no admite un pero, lo mismo que la puesta en escena, favorecida por la claustrofóbica atmósfera de un velero en alta mar. En cuanto al diseño de producción, no deslumbra ni falta que le hace: el maderamen del Demeter da el pego, su ardua singladura entre tormentosas olas de varios metros acredita unos efectos digitales bastante verosímiles y ese vampiro que remite a una especie de Nosferatu pasado de esteroides aporta un ribete de serie B que suelen agradecer este tipo de historias.
El principal problema estriba en que se limita a un solo capítulo de la celebérrima novela de Bram Stoker. A la pregunta de si tan escaso y conciso material literario daba para un largometraje alguien debería haber mostrado el sentido común de responder que no. Porque para alargar la cosa hasta las dos horas de rigor se incurre en una reiteración ad nauseam de la misma escena: noche cerrada, cubierta desierta, centinela degollado. Evidentemente, a la tercera noche y con una hora larga de metraje por delante, ‘El último viaje del Demeter’ ha perdido todo el interés despertado por el brillante planteamiento.
Como lamentablemente es de uso en el subgénero, los personajes siempre toman las decisiones menos indicadas para la propia supervivencia. Aquí además lo hacen con insistencia genocida. Ejemplo palmario de lo cual es que hacia la mitad de la trama llegan a la conclusión de que el origen de todos sus males radica en un puñado de cajas procedentes de los Cárpatos con destino Londres. No obstante, tirarlas por la borda ni se les pasa por la cabeza. Mejor continuamos dejándonos liquidar uno a uno.
Mención aparte merecen las servidumbres woke, igualmente acostumbradas de un tiempo a esta parte, pero que aquí llevan el absurdo a cotas inauditas. Los héroes son un médico negro y una campesina transilvana con anemia. Por supuesto, esta última maneja las armas de fuego con la solvencia de un pelotón de fusileros. El resto de la marinería, varones blancos —y supongo que heterosexuales, encima eso— todos ellos, manifiesta una inteligencia rayana en la discapacidad.
Una muestra ilustrativa de los sinsentidos a que conduce ideologizar a bulto la encontramos camino ya del desenlace, cuando, con media tripulación en el otro barrio y la otra media consciente de que, en el más optimista de los casos, lo tiene definitivamente crudo, el protagonista racializado se descuelga con una encendida filípica a cuenta de la discriminación laboral a la que siempre se ha visto sometido con motivo del color de su piel. El personaje interpretado por David Dasmaltchian se le queda mirando con cara de «soy un timonel ruso del siglo XIX luchando por su vida contra una criatura del averno, ¿qué cojones me estás contando, tovarich?» y sigue a lo suyo.
Tráiler de ‘El último viaje del Demeter’
¿nos encanta?
Overall
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Fotografía
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Interpretaciones
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Banda Sonora
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Edición y montaje
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Guion
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Originalidad
User Review
( votes)Resumen
- Lo mejor: Un planteamiento escalofriante que nos pone los dientes más largos que los del conde Drácula. La claustrofóbica atmósfera. Un monstruo sediento de sangre que parece el primo anabolizado de Nosferatu.
- Lo peor: El absurdo desarrollo de una trama cuyos protagonistas se esfuerzan ardua y denodadamente por ser asesinados. Los groseros sinsentidos a que conduce la introducción con calzador de la consabida moraleja woke.