Crítica de 'Los que se quedan' (A. Payne, 2023)

Paul Hunham, un profesor cascarrabias de un prestigioso colegio americano, se ve obligado a permanecer en el campus durante las vacaciones de Navidad para velar por un puñado de estudiantes que no tienen a dónde ir. Contra todo pronóstico, la convivencia le llevará a forjar un insólito vínculo con uno de ellos, un inteligente y problemático muchacho con sus propios traumas, y con la jefa de cocina de la escuela, que acaba de perder un hijo en Vietnam.

Pues con ‘Los que se quedan’ ya tenemos una feel-good movie pero sin exceso de azúcar, con la edulcoración perfecta para que la disfrutemos. Alexander Payne nos proyecta una obra divertida en la que Paul, un profesor que no cae del todo bien a la gente se ve obligado a permanecer en el campus del colegio americano en el que trabaja durante las vacaciones de navidad, para ser el cuidador de aquellos estudiantes que no tienen un lugar al que ir durante este periodo. Ahí claro, las vicisitudes y la convivencia hacen que vayan surgiendo todas las sensaciones y los encuentros para que, y a pesar de lo que podría parecer al principio, el vínculo sea creado entre los principales personajes, este profesor al que da vida un Paul Giamatti inmenso y a un joven Dominic Sessa que también brilla dando vida al joven estudiante.

El sello humano que tiene ‘Los que se quedan’, culpable de lo cual está Alexander Payne, hace que el disfrute de la obra sea emocional e intenso. Emotivo porque una multitud de sensaciones invaden al público conforme se empieza a conocer a los personajes principales que forman la historia y que, poco a poco y con una soberbia muestra de tempo narrativo nos va contando sus «porqués» y sus «hacia donde». Personajes construidos con una elegancia notable desde el comienzo, donde sin perder tiempo vamos descubriendo que lugar ocupan dentro de la historia, pero que a su vez se guarda detalles muy bien escondidos para que el público vaya encontrando conforme se avanza. Hacer algo conmovedor y entretenido sin volcar en un lado de la balanza en exceso lo que queremos contar es un trabajo muy complejo que en esta ocasión se ha llevado a la práctica de una manera magnífica, puesto que tenemos en ‘Los que se quedan’ una película que pasa volando sin que apenas te des cuenta y con una multitud de emociones internas acumuladas sencillas de asimilar y de las que calientan por dentro en el sentido más tierno de la palabra.

Si destacamos algo de ‘Los que se quedan’ es, sin lugar a dudas, un trabajo de guion que roza la excelencia. Un brillante ejercicio de diálogos, bromas perfectamente colocadas, acidez en comentarios y un sin fin de instantes en los que eres capaz de emocionarte y de reírte que hacen que los adjetivos para alabarlo sean cortos, puesto que el trabajo que ha realizado David Hemingson es, como lo de siempre que se espera en una cinta que pretenda ser divertida y sentimental, pero sin caer en la sencillez de abordar los temas bajo el mismo foco y de utilizar las mismas manidas opciones para contarnos la historia. Es un conjunto de palabras enriquecedoras que se acercan a la perfección por su forma, tiempo y por lo que ofrecen al público.

La banda sonora es otro de los elementos que merecen comentario aparte, ya que la calidez con la que nos hacen sentir las notas musicales en los nevados paisajes de ‘Los que se quedan’ son como una manta que nos abriga y nos hace sentir cómodos. Si a esto unimos la magnifica dirección interpretativa que tenemos en frente con todos los personajes y que en todo momento consigue el director que estemos conectados con lo que nos va contando en la película, tenemos en ‘Los que se quedan’ una preciosa película llena de razones para que la disfrutemos totalmente. Un posible clásico navideño de esos que tanto gustan ver con una chimenea y un buen café caliente.