Dijo Séneca: “La ira: un ácido que puede hacer más daño al recipiente en la que se almacena que en cualquier cosa sobre la que se vierte”. La nueva película de David Mackenzie, ‘Convicto (Starred Up)’, llega a salas españolas tras triunfar en los BAFTA escoceses y también tras recibir el premio al Mejor Actor Revelación para Jack O’Connell de los National Board of Review y del Círculos de Críticos de Chicago.
Eric Love es un adolescente problemático que ha sido transferido apresuradamente de un instituto de jóvenes delincuentes a una prisión para adultos. Allí se convierte en el candidato ideal para la rehabilitación de su comportamiento, y es admitido en un programa de control de la ira dirigido por el terapeuta de la prisión, Oliver, que trata de ayudar a Eric, a la vez que se ayuda a sí mismo. Sin embargo, en la cárcel tendrá un reencuentro inesperado con su padre, al que no ve desde que era niño.
Su inicio es toda una declaración de intenciones. El protagonista entra obedientemente a la prisión donde es desnudado y cacheado hasta en las zonas más íntimas. En la escena hay turbiedad, ira contenida, ambiente cargante. Eric está introduciéndose en la boca del lobo. Una presentación simbólica sobre lo que va a suceder.
‘Convicto’ es la crónica de un fracaso, de un sistema corrupto que engulle a un culpable para volverlo aun más culpable. También es la jornada de un niño salvaje, que ha tenido que vérselas por sí solo en la vida. La película deja caer indicios sobre cómo ha vivido Eric antes de tocar fondo. Ironías de la vida, su apellido (Love) indica justamente lo no conoce, el amor. El protagonista desea ser amado, lo anhela, al no ser querido reacciona con odio, rabia, ira. Su ambiente es hostil, nada invita al cariño, siendo lo más cercano el voluntario asistente social que intenta sacar a esos presos llenos de odio del círculo vicioso en el que están metidos.
Sin embargo, llega el sistema para destruir las esperanzas de salida. Mackenzie muestra a un sistema hipócrita, falso, que no desea realmente la reinserción de sus presos sino utilizarlos para sus menesteres como el tráfico de drogas o de influencias. Basada en las propias vivencias del guionista, Jonathan Asser, como terapeuta voluntario en la prisión de Wandsworth, en Londres; el libreto no da lugar a tregua, es directo, crudo.
Cierto es que un drama carcelario podría considerarse en un género en sí en el cine británico pero ‘Convicto’ se sale de la tangente gracias a la honestidad de su guion como a las excelentes interpretaciones que tiene. Realmente aquí es donde el británico Jack O’Connell se dio a conocer como una de las grandes promesas de la nueva generación de intérpretes europeos. Por avatares del destino esta producción ha llegado posteriormente que la confirmación como buen actor que son ‘Invencible’ y, especialmente, ‘´71’. En este ‘Convicto’ está sublime, él es la ira, el rencor, la esperanza… Todo lo dice con su mirada, sus reacciones corporales; siendo los diálogos meras representaciones de su lenguaje no verbal.
Después están Rupert Friend y Ben Mendelsohn. El primero representa magníficamente cómo el idealismo, el creer en la reinserción puede ser posible incluso en un ambiente hostil; aunque la realidad después se encargue de borrar toda huella de esperanza; y luego está Mendelsohn, el australiano hace uno de sus mejores papeles hasta el momento; ya en ‘Animal Kingdom’ demostró que es un maestro de decir cosas sin verdaderamente decirlas. Aquí es el padre Eric, un homosexual reprimido que canaliza todo mediante la ira, el odio. Se ha convertido en una parte más de la vida carcelaria.
‘Convicto’ es un reflejo de que el fracaso no es tanto por los victimarios sino que es parte de una culpabilidad colectiva. La corrupción del poder impide el progreso ya que alimenta cual hienas a la carroña. Sin embargo, y estos gracias a un impactante último acto, Mackenzie y Asser dejan un pequeño rayo de esperanza en la salida. Incluso en los lugares con más penumbra puede haber luz.