“No perderse en lo que se ve, puesto que no se ve nada. Hay que pintar lo que no se ve”, con esta frase de Claude Monet se inicia ‘Adiós al lenguaje’, última obra de la única leyenda viva de la nouvelle vague, Jean-Luc Godard. La siguiente carta de presentación es una escena de ‘Sólo los ángeles tienen alas’, filme de 1939 dirigido por Howard Hawks y protagonizado por Cary Grant y Jean Arthur. Que cite al pintor impresionista y muestre esa escena del director de ‘La fiera de mi niña’ no es casual; como, aunque alguna mirada lo dude, todos los sonidos, imágenes, diálogos y sensaciones que muestra en esta despedida. La tarea de descifrar en forma de crítica este film es ardua, sobre todo, por ser una propuesta que trasmite tantas percepciones diferentes que es difícil interpretarlas verbalmente.
‘Adiós al lenguaje’ supone la máxima expresión de la firma del cineasta en sus últimas obras, ‘Nuestra música’ y, en especial, ‘Film socialisme’, escenas yuxtapuestas con mensajes e intenciones diferentes y no necesariamente correlacionadas. Con esta despedida, parte como una contraposición más poética y espiritual aunque con perlas sobre la política. A grandes rasgos, se percibe una discusión entre un hombre soltero y una mujer casada, a la vez, se entremezclan imágenes de Roxie, un perro hembra que camina entre la urbe y el campo. Sin embargo, poco más se puede extraer de coherencia. Porque ‘Adiós al lenguaje’ no es un viaje con principio-nudo-desenlace, ya advierte en el primer acto: la naturaleza y la metáfora como enunciados de epístolas de relieves.
Esta obra hace de su visionado un acercamiento cinematográfico al dadaísmo. Sus imágenes: unas con grano, otras de calidad suprema, fragmentos de películas, puntos o pases a negros, hacen que ‘Adiós al lenguaje’ se convierta en una experiencia sinestésica surrealista de sentidos como si se tratara de ‘El gran vidrio’ de Marcel Duchamp o una composición dodecafónica de Schönberg. Centrándolo en un mundo pop, es como si Walt Disney hubiera realizado su célebre ‘Fantasía’ aconsejado por Buñuel, Picasso y Dalí (con este último estuvo a punto de hacer ‘Destino’) y trasladar las bellas imágenes de sus actos abstractos y convertirlos en escenas poéticas pero con mensajes sobre la sociedad actual, el futuro de la humanidad y el pasado. “La ley que niega su propia violencia hace trampa (…) la ley que pretende autolegitimarse hace el doble de trampa” es una frase entre varias que la leyenda viva muestra a modo de pequeñas caricias punzantes al espectador.
“El perro es el único animal que da un amor tan devoto por el otro que es capaz de dañarse a sí mismo” con este enunciado se ve la importancia metafórica de Roxie, el perro que divaga entre la urbe, el campo, el hogar, la libertad, el amor. Una mirada sin prejuicios ni pensamiento, clara como el agua, es la del perro que se contrapone a la conversación de la pareja. Esa dupla que dialoga y muestra los pensamientos de su creador, que juega con su propio lenguaje (Adiós – Ah Dios) como la guerra de sexos puede mostrar varios planteamientos, tal y como ha demostrado Godard en obras como ‘Al final de la escapada’ o ‘El desprecio’.
‘Adiós al lenguaje’ es entrar en la mente del realizador franco-suizo, que muestra su preocupación por la pasividad de la sociedad que ha delegado su responsabilidad en papá Estado, de la incomunicación de las personas ante las nuevas tecnologías, la fragilidad de la democracia ante el totalitarismo convertido en el consumo en masa y espiral del silencio. Obras como ‘Archipiélaho gulag’, ensayo literario de Alexander Solzhenitsyn, ‘Frankestein’ de Mary Shelley o su estancia en Suiza con Lord Byron son mostradas para poner de manifiesto que la tiranía puede tener múltiples rostros. “El año en que se transmitió por primera vez la televisión, Hitler llegó democráticamente al poder” se comenta con yuxtaposición de voces.
Y todo reunido en una cantidad de imágenes sin relación verbal. Quizás Godard muestre sus pensamientos más francos a través de escenas sin sentidos, como si de un sueño se tratase. No es una propuesta en la que puedan entrar muchos, es más, su falta de coherencia ha provocado una fuerte disparidad de opiniones. El cineasta franco-suizo vuelve a revolucionar el lenguaje cinematográfico en su mayor ambición expresiva, en ese 3D utilizado en obras sabiamente como ‘Gravity’ pero devaluado por películas palomiteras con mero objetivo comercial. Una pena que en España, esa experiencia en tres dimensiones, que fascinó en el último Festival de Cannes, donde esta película se llevó el Premio del Público (un galardón que compartió con el director más joven del certamen, Xavier Dolan y su ‘Mommy’, provocando una paradoja elocuente), no pueda disfrutarse en su casi obligado visionado.
Como hizo recientemente Alejandro Jodorowsky en ‘La danza de la realidad’, donde el artista chileno rodeaba una realidad con toques mágicos. Jean-Luc Godard rodea esa realidad a través de un metalenguaje denso pero tampoco excesivamente complicado. Y al igual que le sucedió a Arnold Schönberg, la verdadera valoración de esta obra llegará en generaciones venideras. ‘Adiós al lenguaje’ es vanguardia clásica firmada por un autor de la vieja escuela que renuncia a morir siendo un pragmático, permitiéndose a su edad, 84 años actualmente, seguir rompiendo esquemas. Una experiencia que debe recibirse con la mente abierta y en blanco, dejándose llevar por el torrente de percepciones.