País Vasco, 1609. Los hombres de la región se han ido a la mar. Ana participa en una fiesta en el bosque con otras chicas de la aldea. El juez Rostegui, encomendado por el Rey para purificar la región, las hace arrestar y las acusa de brujería. Decide hacer lo necesario para que confiesen lo que saben sobre el akelarre, ceremonia mágica durante la cual supuestamente el Diablo inicia a sus servidoras y se aparea con ellas.
El problema de ‘Akelarre’ radica en que unas notorias bondades estéticas —justamente premiadas en los últimos Goya— no se acompañan de un argumento a su misma altura. El empeño de sus responsables por entregar una maniquea película de tesis y no una sugestiva cinta de terror abierta a segundas lecturas al estilo de ‘La bruja’ (‘The Witch’, 2015) los hace incurrir en anacronismos tales que llevarse categorías feministas, e incluso nacionalistas, a la España del siglo XVII, lo cual no redunda en beneficio de la credibilidad del mensaje. Los autos de fe, bautismos de fuego, etc. eran prácticas aberrantes, hijas de una sociedad profundamente enferma; pero de ahí a convertir a las núbiles —y analfabetas— protagonistas en precursoras de la lucha contra el heteropatriarcado españolista media un trecho difícil de salvar sin caer en el absurdo, o el ridículo.
Y es una lástima, porque —insisto— visualmente se trata de una obra muy atractiva, adornada de un pictoricismo barroco que bebe directamente y a tragos generosos del tenebrismo del primer Velázquez y el despojamiento cartujo de Zurbarán, así como de los legendarios primeros planos de ‘La pasión de Juana de Arco’ (‘La Passion de Jeanne d´Arc’, 1928), de Dreyer. Por su parte, el desenlace viene sazonado con una poderosa mezcla de surrealismo y expresionismo en culminación de un crescendo final bastante bien ejecutado. “De menos a más” ha supuesto, de hecho, un eslogan recurrente entre la crítica, tanto a sueldo como aficionada.
En el apartado interpretativo, pese a la molesta tendencia entre los jóvenes elencos patrios a expresarse como (post) millennials sin batería, ésta se ve aquí matizada por el hecho de que sus integrantes hablan en euskera la mayor parte del metraje. No sé sí para quien esté familiarizado con dicha lengua será más evidente el vicio denunciado; yo, que la desconozco por completo, la verdad es que lo he agradecido.
El duelo que se desata entre Àlex Brendemühl y Amaia Aberasturi es de alto voltaje. A la fisonomía mefistofélica del primero el papel de inquisidor le sienta como un traje (con gorguera) a medida, y no es la primera vez que lo vemos ponerse verraco con una adolescente. En cuanto a la segunda, hacía mucho que nuestro cine no alumbraba a un rostro tan magnético. Aberasturi se apodera de la pantalla, del alma de su enemigo y de la de todos los espectadores con voracidad indómita. Ojalá no sea flor de un día.
Tráiler
¿Pasa el corte?
Overall
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Fotografía
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Guion
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Edición y diseño
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Originalidad
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Banda Sonora
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Interpretaciones
User Review
( votes)Resumen
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Lo mejor: visualmente es una película muy atractiva. La estimulante esgrima dialéctica entre Àlex Brendemühl y una muy prometedora Amaia Aberasturi.
Lo peor: el anacrónico trasplante de categorías contemporáneas a la España del Siglo de Oro.