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‘Una historia del Bronx’ (Robert De Niro, 1993)

«No hace falta valor para apretar un gatillo, pero si para madrugar cada día y vivir de tu trabajo»


Nueva York, barrio del Bronx. Años 60. Los problemas raciales, la violencia y el crimen están a la orden del día. En ese clima la mafia reina.

Este es el escenario elegido por Robert De Niro para desarrollar su ópera prima como director, ‘Una historia del Bronx’. Y en ese escenario aparece Calogero (Francis Capra), un niño de 9 años de edad, hijo único de una familia obrera. Calogero presencia cada día la turbiedad de las calles del Bronx, y como no puede ser de otra manera, también presencia varias actuaciones de la mafia local que domina en el barrio. Poco a poco, Calogero empieza a tener interés por el mundillo de los gángsters, y sobre todo empieza a sentirse atraído y fascinado por el jefe de la mafia, Sonny (Chazz Palminteri). Su padre, Lorenzo Anello (Robert De Niro), intenta que el niño no contemple estás escenas y trata de que su hijo no se sienta atraído por esa forma de vida ya supone una clara contraposición a la educación formal, basada en la honradez y el esfuerzo que intenta inculcarle. Un día, en el portal de su casa, Calogero presencia un altercado en el que Sonny asesina a hombre. Calogero encubre a Sonny cuando la policía le pide que identifique al autor del crimen, pues conoce cómo funcionan las cosas en el barrio. Tras este episodio, Sonny le está agradecido y surge una relación entre ambos en la que el capo se convierte en un segundo padre para Calogero. Los continuos esfuerzos de Lorenzo por impedir que su hijo se relacione con Sonny y se mueva en ambientes mafiosos son estériles, ya que el interés y la curiosidad del niño son imparables.

Con este planteamiento sencillo pero efectivo, y con una narración simple, en primera persona, con una voz en off, De Niro tiene suficiente para atraer la atención del espectador y poder desarrollar un relato de maduración personal y construcción de identidad, de amistades peligrosas, de disyuntivas entre lo correcto y lo incorrecto, de valores éticos y morales, y de amor. De Niro hace gala de una solidez, un pulso y un saber hacer sorprendente para un debut en la dirección, manejando bien el tempo en las distintas escenas. Además, dota a la película de humanidad y un cierto sentido del humor que no chirría en ningún momento con la dureza de la historia. Esto nos muestra que no estamos ante una película de gángsters al uso. Como no podía ser de otra manera, se nota la influencia de Martin Scorsese en el ejercicio de De Niro, sobre todo por la fotografía, el uso de la música y los actores, que bien podrían estar sacados de alguna película de Scorsese. 

El guión corre a cargo de Chazz Palminteri, ya que en realidad la historia es una adaptación de una obra de teatro que él mismo escribió. Esto hace que la película sea un tanto singular, ya que se se da la situación de que el guionista es a la vez uno de los protagonistas del film y de que, además, el director es uno de los personajes principales que aparecen en este largometraje. Con respecto a esta singularidad, en esta ocasión podemos decir que: lo bueno, si breve, dos veces bueno. El guión es, a mi parecer, espléndido, sin fisuras, y da lugar a algunos diálogos que, unidos a la cuidada puesta en escena, dan como resultado algunas escenas magníficas.

En cuanto al reparto, creo que éste es sin duda otro de los puntos fuertes del largometraje. Chazz Palmintieri (Bullets over Broadway, The Usual Suspects) realiza una actuación brillante como Sonny, el jefe de la mafia que domina el barrio. Transmite en todo momento la sensación de ser el que manda, de ternerlo todo controlado. Aunque Sonny, no es un capo cualquiera. Él es un tipo con principios morales, con humanidad, con carisma y que desde su perspectiva y su forma de entender la vida busca lo mejor para Calogero. Es sin duda un personaje muy bien conseguido. Robert De Niro (Taxi Driver, Toro Salvaje, El cabo del miedo), esta vez con un rol menos protagonista que de costumbre, cumple a la perfección su papel como padre que intenta llevar a su hijo por el buen camino, un camino en el que el esfuerzo, la honradez y el respeto son básicos. El joven Francis Capra, realiza una buena labor interpretando a Calogero en su época de niño. Y Lilo Brancato, que encarna a Ce (apodo que le puso Sonny) o, lo que es lo mismo, Calogero en su época adolescente también pasa la prueba con nota. El suyo es un papel fundamental dentro de la historia, pues es el protagonista, y Brancato cumple con creces e incluso con algún alarde, diría yo. En cuanto al resto del reparto, cada uno en sus diferentes papeles, están correctos. Mención especial a la breve, pero interesante y a la vez importante para comprender el desenlace del film, aparición de Joe Pesci.

Otro punto destacable de este largometraje es la gran banda sonora, compuesta por más de una veintena de canciones entre las que se encuentran algunos de los mejores temas de los años sesenta, y que encaja a la perfección con las escenas y las refuerza más aún si cabe. Jimmy Hendrix, The Beattles, Frank Sinatra y James Brown son algunos de los autores de las canciones que suenan. Ahí es nada.

Si esta película fuese una chica, no cabe la menor duda de que lograría pasar la prueba de la puerta. Lorenzo Anello le decía a su hijo Calogero que «no hay nada más triste que el talento malgastado», así que el estaría contento de ver que en esta película hay mucho talento y bien aprovechado.

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