Si lo que esperabas ver era al rey Arturo en todo su esplendor, lo mejor será que busques una de las miles de versiones que hay, porque esta ‘Leyenda de Excalibur’ solo tiene de entretenido que la espada se pone azul de vez en cuando.
El director, Guy Ritchie, sigue fiel a su agitado montaje, y la verdad es que es lo único que salva a la película, ya que entre salto temporal y salto temporal al menos te entretienes. Los personajes son insulsos por decir algo delicado sobre ellos, son tan “macarras” que carecen totalmente de personalidad. El rey Arturo no es sombra ni de lo que debería ser, podría haber sido una película de tintes narrativos épicos y grandes efectos especiales acompañando, pero en algún lugar del camino a alguien se le fue de las manos todo en general. Esos macarras de los que hablábamos solo enseñan músculo, ya que el ingenio que muestran es tan efectista que se pierde con los saltos de escena. Charlie Hunnam no llega a conseguir la transformación que el guión requiere del personaje, Eric Bana aparece poco, y además con el semblante más plano que hayamos visto en los últimos años, no sé si mencionar a Jude Law, lo haré por eso de que la trama lo involucra muchísimo, no porque su actuación merezca palabras en cualquier post escrito en la red. Finalmente no podemos olvidar a la actriz estrella Astrid Bergès-Frisbey, cuya actuación deslumbra algo más por los espectaculares juegos de efectos que tienen sus ojos.
No todo es culpa del reparto. Es complejo lucirse cuando el guión es una retahíla de palabras mal enlazadas que pretenden recrear el Bronx en Camelot. La banda sonora se nota va buscando también un efectismo y crear un ambiente que nada tiene que ver con la típica película de aventuras basada en Excalibur, Merlín, que por cierto no aparece nada más que mencionado, y un Camelot que todos guardamos con unos tintes mucho más mágicos de lo que se nos presenta.
Efectos especiales no es lo mismo que magia, y quizá eso haya sido lo que el director no ha conseguido comprender. Faltan bosques majestuosos, medievalidad y sobre todo esencia.