‘Parásitos’, la nueva película de Bong Joon-ho, es absolutamente brillante. Es difícil hablar de la que ya es uno de los films del año, ya que es mejor no explicar de qué trata ni desgranar nada del argumento. Uno de los puntos fuertes es su capacidad sorpresiva, en parte materializada en las geniales secuencias repletas de inventiva e ingenio, que continuamente hacen trizas las expectativas del espectador.
Es digna de alabanza la capacidad del director de ‘The Host’ o ‘Mother’ para transitar entre distintos géneros de una forma tan orgánica. La película toca magistralmente diferentes géneros como la comedia negrísima y excéntrica, el drama social, el terror, el suspense o el thriller: un abanico variadísimo de registros (la metamorfosis genérica se muestra de una manera implacable).
A través de una historia extraordinaria, ‘Parásitos’ quiere subrayar un asunto esencial, y que no deja de ser común, como es la lucha de clases, la diferencia abismal que existe entre ellas. La realidad coreana, y la del mundo en definitiva. ‘Viridiana’ o ‘El ángel exterminador’ de Luis Buñuel son obras maestras que también mostraron genuinamente esto que digo.
La cinta es un magnífico retrato de la condición humana vista a través de sus personajes, que por momentos se ven abocados a situaciones justificadamente excesivas y llevados a límites extremos físicos y emocionales (en algunos momentos pensé en el cine de Haneke). El ritmo y desarrollo de la película es una auténtica clase de cine, el guion es excelso. Aquí nada es lo que parece, metáfora del ser humano que, en vez de ser él mismo, siempre intenta aparentar lo que no es.
Lo que quiere transmitir ‘Parásitos’, utilizando un diabólico juego de espejos entre dos familias y subvirtiendo la jerarquía social, en realidad, es la angustia vital que produce saber que las desigualdades seguirán ahí por mucho que queramos cambiarlas, a causa, sobre todo, de un sistema injusto y mezquino, demencial fábrica de personas desesperadas. La espléndida puesta de escena es de gran ayuda, elemento fundamental con el que construye este planteamiento teórico, llevado a la práctica en el uso del espacio fílmico. Dicho de otro modo, esta incómoda, angustiosa y demoledora fábula sobre la identidad viene a recriminar, en última instancia y a través de sus personajes deshumanizados, la imposibilidad de total comunicación que hay entre nosotros, la gran tragedia que nos une e iguala a todos.