Voy a lanzar una pregunta muy sencilla que resume con precisión esta película: ¿De verdad hacía falta? Dudo mucho que alguien pidiese con frenesí un regreso de los Ángeles aventurándose en otra misión. Siendo justos esta cuestión se aplica a todos los reinicios fallidos que nos va a dejar el 2019, Hollywood lleva años jugando a revivir franquicias y sigue bajo el embrujo de la fórmula oxidada. Es un síndrome incontrolable que se extiende con la intención de asfixiar y neutralizar los guiones originales. Parece que la innovación es cosa de valientes. Dentro de nada veremos anunciada la secuela de ‘El bueno, el feo y el malo’, ahora con el “tonto” dentro de la ecuación. Mientras dan luz verde a ese proyecto hablemos de ‘Los Ángeles de Charlie’.
Propuesta que tiene como principal reclamo vender su aroma de empoderamiento femenino. Es un intento de actualizar a sus personajes para que dejen de ser meros instrumentos de ostentosa belleza y distintivas habilidades. Elizabeth Banks en su lucha por el feminismo no consigue distanciarse de la superficialidad. Su reinvención se resume en mujeres hermosas que son fieles a la figura que dictan los cánones de belleza, olvidando por el camino lo verdaderamente importante. Ya lo siento, pero este lavado de cara es paupérrimo en un mundo en el que existen Sarah Connor, Ellen Ripley o Sansa Stark.
El guion es una retahíla de sucesos que ocurren porque sí, su primera hora es incapaz de establecer un objetivo concreto y cuando parece enderezarse las resoluciones y giros ya importan muy poco. La toma de decisiones está en modo piloto automático y trae consigo agujeros en la trama, conveniencias y situaciones bochornosas. Intercala secuencias de acción disfrutables y decentes coreografías. Los diálogos son, en su mayoría, desangelados y tienen prisa por buscar la risa fácil del espectador, de cada diez chistes acaba funcionando uno o ninguno; solo faltaban las risas enlatadas.
Lo mejor son las interacciones entre las tres protagonistas cuando su relación empieza a asentarse. Kristen Stewart parece encontrarse cómoda con su papel, mucho más desenfadada que en anteriores interpretaciones y se envuelve en un aura carismática que a mí personalmente me ha funcionado. Naomi Scott es el típico personaje al que la situación le viene grande y la afronta con comedia involuntaria; tiene los momentos más hilarantes. Ella Balinska es la espía solitaria que únicamente confía en su destreza para resolver los problemas y tendrá que aprender a colaborar en equipo.
El resto del reparto está para decorar y molestar lo menos posible. En su mayoría son monigotes para recibir los golpes y pasar a otra cosa. La participación de Elizabeth Banks como directora, guionista y actriz pasa del aprobado raspado siendo dadivoso. Solo le faltó componer la banda sonora para hacer el pleno. Lo que es inadmisible es el personaje de Patrick Stewart, no hay por donde cogerlo.
En los temas musicales suenan canciones de Miley Cyrus, Ariana Grande o Lana Del Rey que son acordes con la estética y dinámica de la película, aunque no recuerdo ningún tema del compositor, Brian Tyler. El vestuario consigue resaltar a sus protagonistas.
Ha sido un esfuerzo insuficiente para querer revitalizar esta franquicia. Ahora son Ángeles caídos que van a necesitar un milagro para que la recepción del público sea condescendiente.