Onírico fabulador, genial cuentacuentos, mago de la retórica cinematográfica, Guillermo del Toro ha inaugurado el 50 aniversario del Festival Internacional de Catalunya con una bella propuesta de amor y fantasía narrados con una enamoradora e irresistible estética. ‘La forma del agua’ es un inteligente compendio de buen cine, fino en sus formas, adorable en su presentación, sensible de corazón y entretenido en su ser.
El jurado del Festival de Venecia no se pudo resistir al dulce encanto de la propuesta de del Toro concediéndole el León de Oro, una película que te seduce desde el primer minuto, todo tiene fuerza, todo tiene sentimiento y lo mejor, nada sobra. Guillermo se pone al frente del proyecto asumiendo tanto su guion como su dirección, un perfecto binomio, pero mención aparte merece la excelente actuación de la desconocida Sally Hawkins. Cuanta ternura, cuanta inocencia, cuanta adorable simplicidad, una interpretación que consigue entender al detalle lo que el director mejicano quiere transmitir.
Una conmovedora historia para soñadores que aún conservan las ganas de creer que existe un mundo más allá del terrenal, una película que atesora la esencia del séptimo arte siendo capaz de llevarte a un lugar en el que perderte bobaliconamente durante dos horas. No es un título épico, no es un derroche de efectos ni una grandilocuente superproducción palomitera, es una dulce composición de buen cine tan delicada como entretenida.