Muchas generaciones han crecido con la icónica figura del explorador Jacques Cousteau, un ser marino transformado en hombre, apasionado de las profundidades y en sus últimos años acérrimo defensor del medio al que dedicó gran parte de su vida. Una historia de devoción por descubrir un nuevo mundo a través del propio personaje y sus seres más cercanos, una mezcla que une a uno de los más grandes aventureros de nuestra época y el lugar más inhóspito de la tierra, un biópic que merecía su largometraje.
La leyenda de ‘Jacques’ se ha visto empequeñecida por la gran pantalla, la épica, el amor, la aventura e incluso la naturaleza son devorados por la parte más humana del relato. Una fórmula que no funciona debido a su apático tono y al desbordante contrapeso, discretamente tratado, del lado más conocido de Cousteau. Innegablemente interesante pero carente de cualquier pasión, decepcionante tristeza la experimentada al ver convertida la historia del hombre del gorro rojo en un falso documental sobre su vida y la de los suyos, todo ello trazado a pinceladas carentes de color.
‘L’odyssée’ ofrece un aspecto menos conocido de Jacques, suficiente motivo para merecer ser vista, pero las aventuras personales y profesionales de Cousteau mostradas por Jérôme Salle quedan demasiado lejos de la mitificada imagen que dejó el Calypso a su paso. Su segundo mayor pecado es no ofrecer un verdadero festival de imágenes de la madre naturaleza, nada deslumbra en ese aspecto, todo lo has visto ya antes y sin duda de mejor calidad.