Una familia de clase alta viaja tranquilamente en su coche, escuchando música clásica y jugando a adivinar la canción que suena en cada momento. Después llegan tranquilamente a su residencia de vacaciones. Hasta ahí todo normal y muy tranquilo. Esa tranquilidad, empieza a desaparecer poco a poco, ante la visita de un aparentemente inofensivo vecino. La madre, Ann (Naomi Watts) escucha que llaman a la puerta, y se encuentra a Peter (Brady Corbet), un hombre joven y educado que dice ser invitado de unos vecinos. Éste le pide huevos, todo ello con mucha amabilidad y educación, pero entre medias con alguna actitud algo extraña. El joven coge los huevos, da su agradecimiento y antes de irse se le caen. Aquí ya uno empieza a sospechar, se huele algo raro. A continuación, después de que Ann le volviese a dejar otros cuantos huevos, se le vuelven a caer. Ahí ya uno se pone un poco nervioso, a la vez que Ann se pone también nerviosa.
En ese instante ya quedan pocas dudas de que, en medio de ese clima de educación, cordialidad y paz, algo raro pasa o va a pasar. Y vaya si pasa. Después de la aparición en escena de George (Tim Roth), el padre de familia, su hijo Georgie (Devon Gearthart), y el otro invitado de los vecinos, Paul (Michael Pitt), empieza el juego. Se desatan las hostilidades, y entonces ya queda claro que éste no es un largometraje agradable. Estamos ante un thriller que desquicia al espectador, lo agobia, lo mete en la piel de los protagonistas, y le hace sentir miedo, indefensión y sufrimiento.
A pesar de que es una película claramente de violencia, Funny Games no se recrea en las escenas de violencia física, ya que los actos de violencia que aparecen en el largometraje no son excesivamente explícitos en ninguna ocasión.
En cuanto al notable reparto, hay bastante que decir. Naomi Watts cumple bien con su papel, aunque sin alardes más allá de su belleza. No así Tim Roth, que está desaprovechado para mi gusto. En cambio, sí que me parece muy buena la actuación de Michael Pitt y de Brady Corbet, sobre todo la del primero. Ambos, con su elegancia, refinamiento, naturalidad y tranquilidad mientras aterrorizan y torturan a los inquilinos de la casa, y con sus “diálogos” con el espectador mirando a cámara consiguen cumplir casi a la perfección el cometido de su papel.
En la dirección, no hay duda de que se nota la mano de Michael Haneke, pues pocos directores realizarían un film de estas características. Su estilo sombrío, turbador, transgresor y controvertido sale a flote en este film como en la mayoría de sus películas. En cuanto al guión, también escrito por Haneke y que es idéntico al original de la película homónima, no me parece brillante, pero si bien cuidado, calculado e interesante. La fotografía, que en la versión original de 1997 es llevada por Jürgen Jürges y en esta versión corre a cargo de Darius Khondji, consigue un ambiente bastante realista. Parece que estuviésemos viendo un vídeo grabado en casa con buena calidad.
Según el propio Haneke, Funny Games fue concebida como una crítica personal al consumo y a la banalización de la violencia por parte del público. Su objetivo era mostrar la violencia tal y como es realmente, algo desagradable, insoportable e insufrible, y por tanto algo muy alejado de lo que se ve en las películas.
A pesar de que me parece un buen film, y que cumple el cometido de su director, un servidor no logra entender el sentido de este “remake”. No obstante si no has visto el proyecto original de Naneke del año 1997, no tengo duda de que esta es una película recomendable para los que gusten de visionados de este estilo.