—Enhorabuena por el robot de las tijeras, Timmy. Aunque estrenamos solo en dos cines, la película ha dado la vuelta al mundo.
—Gracias, amable señor de la Warner.
—Queremos que te pongas inmediatamente con la segunda parte de Batman. Tienes cuatro veces el presupuesto anterior.
—Bien, ya lo estoy visualizando. El villano va a ser un personaje trastornado, un paria, deforme, por supuesto, y muy astuto.
—Que sean dos villanos y dos héroes, y debe haber una mujer.
—Y cuero ¡Mucho cuero!
—Me encanta como trabajas.
[Diálogo ficticio entre Tim Burton y un señor amable de la Warner, en 1992].
Continuamos el especial de MagaZinema sobre Tim Burton con Batman vuelve (Batman returns, 1992). La segunda entrega del popular superhéroe sin poderes llega solo tres años después de la original (1989), y tras tres años seguidos de películas de éxito (1988-1990), con Bitelchús, Batman y Eduardo Manostijeras. La Warner, junto con sus señores amables, quisieron aprovechar el tirón que había tenido la primera entrega [1] para continuar con la franquicia iniciada por Burton.
Por tanto, queda establecida ya, a principios de los noventa, la media de años entre continuaciones de películas de superhéroes. De hecho, tres años son precisamente los que hay más tarde entre las tres entregas del Batman de Christopher Nolan (2005, 2008 y 2012). También, empieza ya a apuntarse hacia la clave para convertirse en el mejor –o el peor- villano de Gotham, y que utilizará Nolan (Memento, Origen) casi dos décadas después: Batman no debe morir, sino sufrir por la destrucción de su imagen y por la impotencia de no poder hacer nada por su ciudad. Vivir atormentado es, en muchos casos, más efectivo que morir. Los autores de ficción conocen muy bien los tres tipos de muerte que pueden sufrir sus personajes, a saber, física, profesional y psicológica. En este caso, la muerte profesional de Batman es la más óptima para la historia, llegándose a mezclar con la psicológica y, de paso, dando lugar a más entregas de la franquicia. [2]
Pero dejemos los superhéroes y el cine para otro momento; Batman es el que nos interesa ahora. Un Batman que ya no está atormentado por la muerte de sus padres a manos del peor criminal de Gotham. Esta vez, el vínculo con el villano es establecido mediante un paralelismo entre ambos personajes, criados en solitario; uno de ellos es el agraciado que permanece con su familia en la superficie, manteniendo su nombre, y el otro es el desgraciado que se ve abandonado en la inmensa red de alcantarillado de Viena. [3] Disculpen la confusión, pues se parece mucho a la de Gotham.
El bebé de las cloacas es deforme, palmípedo y devora a su gato justo antes de ser abandonado. Una vez en el subsuelo, va a ser criado por un enorme grupo de pingüinos, y va a llamarse a sí mismo El Pingüino (Danny DeVito). Cuando consigue salir a la superficie, Burton ejecuta de forma maestra otro guiño a un clásico, con «un pingüino es un pájaro que no puede volar. Yo soy un hombre; tengo nombre: ¡Oswald Cobbelpot!». Se trata de una mención directa a El hombre elefante (The Elephant Man, David Lynch, 1980), que más tarde se completa con la inversa: «¡Mi nombre no es Oswald! ¡Es Pingüino! ¡Yo no soy un hombre; soy un animal!».
Continuamos con los personajes principales. El otro villano de la función es el multimillonario Schreck (Christopher Walken), el señor de la influencia y la personificación misma de la corrupción y el juego de poder. Por desgracia, Schreck no viste tan bien como el otro multimillonario de la ciudad, aunque logra acercarse al mal gusto de Bitelchús. Un buen papel de Walken, en la línea de Michael Keaton (Bitelchús, Batman), pero ambos se ven superados por la presencia de Michele Pfeiffer (Yo soy Sam, Sombras tenebrosas) como Catwoman. En concreto, Batman es eclipsado durante todo el largometraje por la gatita, pasando de ser un millonario excéntrico que salva la ciudad de forma desinteresada, a un patético ricachón encerrado en su mansión con sus extraños aparatos y trajes de cuero. En cuanto a Danny DeVito (Los gemelos golpean dos veces, Tras el corazón verde), debo reconocer que me ha fascinado su interpretación tras el revisionado de la cinta. La impecable puesta en escena de Catwoman y el papel de El Pingüino hacen creíbles las contradicciones del guión, y son los culpables de la excelente calidad de la cinta. Pero este hecho lleva irremediablemente a la pérdida de relevancia del personaje principal en la historia, convirtiéndose en coprotagonista.
Tras los personajes principales, que llevan el peso de la película, he querido mencionar las contradicciones, que no son pocas. Éstas sobresalen más que en otras cintas de Burton, resultado –seguro- de existir más ambiciones en la segunda parte del hombre-murciélago. De nuevo, estas contradicciones quedarían equilibradas por la participación de Walken, DeVito y Pfeiffer. Si las llamásemos, por ejemplo, imposibles, es un imposible que se acerque un señor vestido de payaso, dando volteretas, y robe el bebé del alcalde. No es solo eso, sino que consiga huir dando volteretas con el bebé, cayendo en una boca de alcantarilla. Es un imposible que una pandilla de payasos malvados, donde solo unos diez tienen contrato fijo, apareciendo secuaces de la nada cuando los necesitan, pueda perpetrar fechoría alguna. Aún entendiendo que los diez que siempre aparecen en escena son la representación de un ejército aún mayor de payasos, sigue siendo un imposible. Es un imposible que esos mismos payasos sepan desbloquear el sistema de seguridad del batmóvil, que puedan haber accedido a los planos de su estructura y que consigan manejarlo por control remoto, convirtiendo el viaje de Batman en una pesadilla. Desde mi más profundo amor por los cómics, tengo que confesar que es un imposible que el cuerpo de policía de Gotham no pueda hacer frente a unos payasos patéticos y tengan que recurrir a un retrasado vestido de murciélago. Por último, es un imposible que el presidente de una importante empresa trate mal a sus subordinados y resulte ser un criminal, o que un delincuente ostente un cargo político. Bueno, en ciertos casos, los imposibles se confunden con los posibles, y la ficción tiene mucho de realidad. He querido hacer unas viñetas para ilustrar alguno de esos imposibles.
Bien, tras las bondades y despropósitos del regreso de Batman, donde el resultado final resulta compacto y positivo, no podemos dejar de lado a Burton. Vuelve al juego con el mundo de los muertos, con el breve romance entre Selina y Bruce. Hasta donde he podido leer, y hasta donde llegan mis conocimientos de tebeos, Selina Kyle no tiene poderes. Ha sido entrenada en lucha callejera, así como en otras artes marciales y es el mejor ladrón trepador de Gotham. Pero no posee ese misticismo que le aporta Tim Burton. Por lo tanto, el nacimiento de Catwoman supuso recortar años de entrenamiento y de robos de Selina en una muerte y resurrección divina, vía gatos. ¿Por qué vía gatos? Porque Burton se inventa un ritual donde unos gatos rodean a una chica cadáver y la resucitan bailando a su alrededor. Es un tanto cutre, sí, pero muy efectivo y evita así explicar su increíbles habilidades y resistencia física. [4]
Continúa presentando su obra mezclando esculturas, pinturas, galerías de arte y personajes excéntricos que no pertenecen del todo a la realidad planteada. De nuevo, hace uso de la televisión para comunicar con el espectador y establecer un vínculo de complicidad; del imprescindible negro que le caracteriza; y de las maquetas bladerunneras y el atrezo del estudio de cine, que es mucho más cercano y tangible que las películas-videojuego del SXII. Por desgracia, la magia de los ochenta daba sus últimos coletazos a principio de los noventa, hasta que llegó La amenaza fantasma (The phantom menace, George Lucas, 1999), primera película rodada al 100% sobre fondo verde. Por supuesto, la caracterización de los personajes, bebiendo directamente del cine mudo, y la presentación de un personaje muy parecido a él (Burton), van a seguir vigentes. En este caso, se trata de Schreck; veamos si sigue apareciendo en futuras películas.
Sin embargo, esta cinta es mucho más pasional, más animal, y menos calculada que la anterior entrega. Por un lado, con el incremento de presupuesto Burton recurre menos al ingenio con la cámara, es decir, al lenguaje de cine, aunque sigue madurando y aportando toques maestros. Por otro, aprovecha la incursión de Catwoman y Pingüino para lograr una historia más fogosa e impulsiva, donde explota al máximo el potencial de sus personajes, liberando sus instintos. En parte, la explicación del reservado papel de Batman durante las dos horas de metraje. Del mismo modo, permite a Danny Elfman que libere sus instintos, para conseguir una banda sonora mucho más sólida que en Batman, prescindiendo de la participación de Prince.
Para terminar, debo confesar que admiro profundamente la capacidad de Burton para haberse construido su propia personalidad. Persiguiendo su sueño, consiguió crear el estilo más característico y destacado -a mi parecer- de la historia del cine. Es atrevido, sí, pero ¿qué otro director puede presumir de haber contribuido a la creación de una corriente cultural? Aunque, no nos engañemos, su extraña obsesión por los payasos debería haberle llevado hace ya tiempo a Arkham.
[1] 250 millones de dólares aproximados en Norteamérica y 411 millones de dólares en todo el mundo, según Box Office Mojo.
[2] SCOTT B., James. «Elements of Fiction Writing: Conflict and Suspense», Writer’s Digest Books, 2011. pp. 21-28.
[3] El gran parecido entre el alcantarillado de ambas ciudades se debe a un guiño de Burton a El tercer hombre (The third man, Carol Reed, 1949).
[4] Para saber más sobre Catwoman: http://www.comicvine.com/catwoman/4005-1698/