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‘En la vía láctea’, la última fantasía de Emir Kusturica

Frame de la película en la vía láctea de Kusturica

Empezaré diciendo que ‘En la vía láctea’ no es una película para todos los paladares. No cabe duda de que camina entre la delgada línea que separa lo original de lo excéntrico, la locura de la fantasía, la genialidad del absurdo. Como un equilibrista sobre la cuerda floja, Kusturica cruza ambas fronteras llegando a conseguir momentos gloriosos y otros en los que se precipita hacia el vacío. Todo un derroche de recursos, a veces sorprendente y otras, excesivo.

Si ‘En la vía láctea’ tiene un gran error y un muchos aciertos, el error es sin duda no haber sabido elegir cuáles eran todo esos aciertos que, por sí solos, la convertirían en una película de culto.

Quizás sea este el motivo de su controversia entre quienes creen reconocer tantos elementos de películas anteriores que la denominan plagio o collage, y quienes se han visto desubicados frente a un director decidido a saltarse sus propias reglas. Nueve años son muchos años sin hacer una película, y el grano de la óptica ochentera de ‘Underground’ y ‘Gato negro, gato blanco’ dejan paso a un realismo, en este caso mágico. Como él dice, quizás “ya no sea el hombre que solía ser”. Esta vez se ha dejado llevar por la fantasía.

‘En la vía láctea’ y las 3 fantasías de Kusturica

Fotografía poética a ritmo de balcan

Suenan saxos y trompetas. Suenan bombas, suenan tiros. Suenan graznidos de oca. Suenan bombos y platillos. El espectáculo sonoro se independiza de la imagen atacando ambos sentidos.

La sangre empapa las plumas de las ocas, las moscas zumban a su alrededor. La belleza del plano resulta incluso grotesca, para el espectador cosmopolita que no está preparado para productos no envasados al vacío.

El director se pasea con un paraguas y dos jarras de leche a lomos de un burro. En el cielo, los reflejos de la guerra y un halcón de caza que es su mejor amigo. Y todo fluye al ritmo de la música.

Con estos mimbres, Kusturica consigue una película que nos llevará desde una sucesión de gags cómicos a una fábula de Disney, épica, orgánica, humana, que contrapone y unifica al mismo tiempo el amor y la guerra, lo ridículo y lo sublime, la naturaleza y el hombre, la realidad y la fantasía.

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