No sé si ‘El irlandés’ es una obra maestra, un término que, como tantos otros, se ha desvirtuado y vaciado de significado por su uso excesivo. El tiempo, juez inmisericorde, ya lo dictaminará. Lo que sí queda claro es que esta enorme película (dirigida por un grandísimo director, un todopoderoso del séptimo arte) es cine en mayúsculas. Es un resumen del mejor cine de Martin Scorsese, que ha reunido un reparto estelar (Robert de Niro, Al Pacino, Joe Pesci, etc.). Una especie de testamento de la relación con el cine de gánsteres que el director neoyorkino inició en 1973 con ‘Malas calles’. Aquí reúne el magisterio de sus mejores películas. Es en toda regla un epílogo a su cine de mafia.
A través de los personajes, se conforma un fresco sobre la historia oscura de Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XX, un relato sobre el paso del tiempo, cuya condición es inexorable, que tarde o temprano equilibra la balanza, avisador de que cualquier imperio siempre acaba reducido a ruinas. Su fase crepuscular, nada traidora, así lo revela. Suceda lo que suceda, el tiempo lo acabará difuminando todo y enterrándolo en el olvido (de forma nada fortuita los relojes aparecen en muchos planos). Dicho de otro modo, guste o no, lo que existe algún día será como si no hubiera existido, como un sueño que se olvida al despertar (siempre habrá nunca). Es cuando surge la melancolía, la nostalgia y la tristeza. Por muy grande que hayas sido, en la vejez llega la soledad. Nacemos siendo ya víctimas de nuestra propia finitud. Precisamente, los personajes son un vehículo para mostrar la decadencia, la soledad, los recuerdos, el deseo, la lucha contra uno mismo o el remordimiento.
No sentí nada, sólo un pequeño impacto, algo ligero. Menos que un arma de juguete. Incluso menos. Pero lo ataqué, y también Chuckie, si lo vieron. Le enseñé bien. ¡Siempre hay que atacar a un tipo con una pistola! Ante una navaja, hay que huir.
Jimmy Hoffa
El montaje de la cinta es colosal, el ritmo narrativo, en las tres horas y media que dura el film, está medido con precisión milimétrica (aunque no es trepidante, sino lenta). El desorden cronológico con el que se narra la historia se fundamenta en un viaje repleto de saltos temporales.
Las escenas de extrema violencia, que no son muchas, las ejecuta con sobriedad, sin exaltación, con crudeza y realismo (el tono festivo y lúdico de otras de sus películas no está en este tipo de secuencias). Esto no quita que ‘El irlandés’ no tenga un brutal sentido del humor.
Me temo que Scorsese es uno de los últimos reductos (Quentin Tarantino o Paul Thomas Anderson son también dos de ellos) de una forma de hacer cine que progresivamente está cambiando y convirtiéndose en algo diferente. Como consuelo, no tengo duda de que siempre habrá nuevas e interesantes excepciones que seguirán la estela de los grandes predecesores.