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El dilema (Michael Mann, 1999)

 

Hay muchos espectadores que cuando se plantean ver una película miran la duración de ésta, y si es larga se piensan si ponerla o no, o si elegir otra película. Cuestión razonable o como poco entendible, ya que si la peli no es demasiado buena, o incluso es buena pero no engancha, no te mete dentro de ella y encima tiene una duración extensa pues se te puede hacer interminable. Con “El dilema” se puede afirma rotundamente que esto no ocurre, sino más bien todo lo contrario.

Estamos ante un largometraje que hace honor a su prestigioso cartel. Con Michael Mann en la dirección y los celebérrimos Al Pacino y Russell Crowe en el papel de protagonistas, flanqueados por un buen Christopher Plummer como secundario, este film aborda un tema que suele despertar el interés de los ciudadanos en general, y de gran parte del público cinematográfico en particular: la ardua y  casi imposible lucha contra las grandes corporaciones empresariales, en este caso las compañías tabacaleras.

Michael Mann realiza todo un ejercicio de denuncia social haciendo gala de una solidez, virtuosismo y lucidez a la altura de pocos directores de la época actual. A través de la figura de Jeffrey Wigand (Russell Crowe), un importante científico y directivo de la tabacalera estadounidense Brown & Williamson, y de Lowell Bergman (Al Pacino), un productor de televisión de la cadena CBS, Mann nos imbuye en un mundo de presiones, acosos, influencias, poder desmedido, lucha, desesperación, principios, valor y determinación.

El personaje de Jeffrey Wigand te atrapa, te hace que tu también te plantees que opción elegirías: ¿ser fiel a tus principios, cumplir tu deber moral como ciudadano y llegar hasta el final con el riesgo de perderlo todo; o guardar silencio, aceptar el trato de indemnización por su despido y proteger a tu familia y a ti mismo? He ahí el dilema.

Por medio de un guión que no es brillante, pero si serio, compacto, calculado y ambicioso, la historia transcurre en torno a esta disyuntiva y a las consecuencias que acarrean casi en cada minuto de la vida diaria de Jeffrey Wigand. Tal vez el grueso de la  trama avance a un ritmo algo lento para el gusto de algunos, pero las continuas escenas, rodadas con buen pulso y en las que se aprecia el buen trabajo de fotografía y de dirección artística, en las que se añaden y se detallan entresijos de la historia no te incitan a mirar el reloj cada diez minutos, sino que captan totalmente tu atención y mantienen vivo e incluso en aumento tu interés.

Si bien la película podría funcionar sólo con el planteamiento y problema inicial, centrándose en la lucha de Jeffrey Wigand contra las tabacaleras, creo que es la entrada en escena de los medios de comunicación y su relación con este caso la que supone un salto de calidad en la trama. La película quiere ir un poco más allá, entrar también en las relaciones entre círculos de poder, las conexiones de las grandes empresas y los medios de comunicación, ver hasta dónde puede llegar el poder fáctico. Y ahí encaja perfectamente Lowell Bergman (Al Pacino), un tipo de honor, fiel a su palabra y a sus principios, y que no duda en enfrentarse a quien sea para seguir siéndolo y cumplir su deber moral periodístico aunque ello pueda perjudicar a los intereses de la cadena de televisión en la que trabaja desde hace más de diez años. Con la inclusión de este ingrediente, la película pasa de ser simplemente una buena bebida a ser un cóctel de esos que sólo puedes disfrutar en algunos de los mejores establecimientos.

Más allá de la línea argumental de la película y el desarrollo de la misma, y algunos aspectos más comentados anteriormente, el film destaca por la magistral dirección de la mano de Michael Mann y, sobremanera, por la calidad interpretativa de varios de sus actores. Mención especial a la excelsa interpretación de Russell Crowe, que en mi humilde opinión merece más el Oscar que su sí premiada actuación como Máximo Décimo Meridio. Y también, como casi siempre, gran papel de Al Pacino. En su línea.

Sin duda alguna, si tienes alguna vacilación sobre si merece o no la pena ver este film, no hay dilema posible. Totalmente recomendable.

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