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‘El Camino’, un episodio –epílogo para fans (completamente prescindible)

‘El Camino’, por mucho que se haya vendido como una película de ‘Breaking Bad’, funciona como un episodio-epílogo más largo de lo habitual. Pese a ser un buen cierre del personaje Jesse Pinkman, a mi modo de ver, es completamente innecesario. Aquí veremos las consecuencias emocionales de Pinkman tras los eventos narrados en el final de la serie, es decir, el trauma y el estrés post-traumático después de pasar un verdadero calvario, siendo prisionero de los neonazis. Está claro que la psicología de Jesse proviene de la experiencia vital, fruto de haber permanecido tanto tiempo junto a Walter.

Es una “película” hecha para los fans. Se nota que hay un verdadero respeto hacia ellos, quienes disfrutarán de las conexiones y paralelismos con lo sucedido en ‘Breaking Bad’. Aparecen personajes queridos por la audiencia como Jane, Mike o Walter, que asoman en flashbacks dentro de la historia. Aunque estos no aportan nada significativo a la trama, simplemente juegan un papel nostálgico y complaciente.  

La trama es sencilla, lo cual es comprensible porque más que una película es un episodio-epílogo, no hay situaciones verdaderamente complicadas si la comparamos con la serie. Como decía, ‘El Camino’ cuenta las dificultades que tuvo Pinkman para escapar y forjarse definitivamente su propio camino. El coche con el que escapa de los neonazis es un Chevrolet modelo El Camino. El viaje exterior es metáfora de la búsqueda de su verdadera identidad. Pretende de algún modo redimirse, arreglar las cosas que, bien mirado, en su totalidad  nunca regresan a su origen (Mike al principio le avisa de ello). Tiene la oportunidad de decidir por él mismo lo que quiere ser, forjarse su destino. Apagar el fuego que arde en su interior mediante un viaje sinuoso, necesario para hallar la paz y la libertad ansiada.  

Para los que busquen dosis de gran acción, se llevarán una decepción, ya que no hay apenas espectacularidad, y no lo digo en un sentido peyorativo, sino más bien se le da más importancia al ingenio de Pinkman, fruto de la madurez del personaje. Se explora su vulnerabilidad y soledad. Ahora enfrenta sus problemas él solo, no depende de nadie, no está a la sombra de Heisenberg, por tanto ya no se ve arrastrado por la vorágine caótica de Walter. Pese a esto, ‘El Camino’ nunca se desprende de la serie, ya que hay homenajes plasmados de forma muy sutil al personaje de Walter White.

Como anécdota, cabe decir que los actores se ven cambiados, lo cual le resta verosimilitud a la historia. Por ejemplo, en Aaron Paul, en las escenas del pasado, se percibe el paso del tiempo, o el aspecto de Jesse Plemons (recuperando el personaje de Todd) ha cambiado sobremanera, notándose su sobrepeso. Contra todo pronóstico, la caracterización de los personajes no ha sido muy acertada.

Lo malo de ‘El Camino’ es su falta de ambición, no hay riesgo alguno. Vince Gilligan de manera nada fortuita ha hecho un episodio que funciona como epílogo complaciente y conservador. No incorpora nada novedoso ni construye relato nuevo alguno. Por todo ello, considero que a pesar de ser material tratado con mucho respeto (la esencia de la serie se mantiene intacta tanto estética como narrativamente, en lo visual sigue siendo una maravilla, la gramática audiovisual sigue siendo esencial para contar la historia, hay toques de comedia para aligerar el drama, personajes extravagantes, secuencias lentas y contemplativas propias del western, otras llena de tensión, etc.), es totalmente prescindible. Sólo se trata de un complemento (basado en la nostalgia y en el fanservice) para despedir a Jesse Pinkman, y darle un cierre explicativo y emotivo, lo cual era irrelevante y ha hecho que desaparezca la ambigüedad tan atractiva que se dio en el final de la serie.

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