Hay quien el dolor lo alivia con la comida, hay quien lo ignora, hay quien prefiere acostarse con desconocidos para sentirse más horrible y humillada de lo que estaba en principio pues, al menos este sufrimiento es provocado, inducido y controlado, no como el causado por esas personas que te rodean y que te defraudan y hieren sin incesante remedio.
El deseo como arma poderosa para dominar, el anhelo de complacer, las horribles consecuencias de los malos actos, el padecimiento infringido, el ahogo sufrido, línea de defensa sentimental que grita ¡ámame!, mientras utiliza el cuerpo como impedimento para ello; quince años viviendo bajo un personaje amado por todos/odiado por si misma, hasta que cae el yugo y se rompe el hechizo y, por fin, empieza a unirse consigo misma y a gustarse.
Su trauma es introvertido, su coraza retraída, perpetuos recuerdos de una primera experiencia que asfixian y ahogan, de esa dañina entrada en el mundo sexual de quien nunca se sintió vista ni escuchada por los demás.
Es querida y gustosa, social y reservada, su personaje apetece y motiva su incursión intimista en su vida, sólo que todo es muy ausente y leve, ligero y escasamente matizado; no entra de lleno, con voluntad determinada, en ese interior de escritura emocional, de creación de caracteres, de estancamiento creativo, de dominio parental, de abuso emotivo, de estimulante inicio y aterrador continuación en que se convierte esa ingenua respuesta a tan depravada pregunta “entonces…,¿cuéntame sobre tu día?” pues es el toque de introducción a esa perdida inocencia que empezará a lesionarse, como divertido comodín que aflige y desconsuela en su breve contacto, de largo calvario.
“¡No dejaré que me vuelvas tan loco como tú lo estás!”, y no lo hace pues, se percibe su delirio y agonía aunque, es discreto su roce, comedido su alimento, tenue su tacto; expone fragmentos sutiles de información que permiten confeccionar el telar, explayar la imagen y hacerse una idea del retrato fotografiado pero, en los detalles está el sabor y en las concreciones se devora con ardor a la creación; aquí, la paralizada dama surge y se la aprecia, se la va conociendo, que no con pasión estimando, pues no permite un mayor acceso a su apetecible interior, al quedarse en los simples márgenes.
“¿Por qué siempre sales corriendo hacia donde no quieres ir?”, porque no se quedarme quieta donde gusto. Es seductora su mártir navegante, atractivos los secundarios que la rodean, conjunto interesante que posee esa invitación a una mirada cálida y entrañable de quien escucha a su mejor amiga, al tiempo que la va queriendo más al saber de ella pero, el espectador siente débil ese diálogo y husmeo, su inmersión en tan lacerante existencia sabe a un válido bien, cuya explosión nunca llega, aunque se desee e intuya todo el tiempo.
“Eres la chica del libro ¿verdad?” “Ya no”, soy la mujer de mi propia novela, cuya base es una confianza liberadora que se percibe como gloria. Intimidad veraz, credibilidad escénica, sencillez fantástica, transmitida armonía de una ahogada vida que expone los icebergs que le provocaron su hundimiento y que crea un ambiente incitante, de lectura sugestiva y visión complaciente que, con pesar se queda en conformado relax, no en ardiente conmoción de quien arregla lo que está destrozado.
No padeces aunque la observas lesionarse, no agravian sus tormentos aunque percibes su impotencia para manifestarlos, no exalta su acto de enmienda aunque eres consciente del sentido esfuerzo, no agasaja su merecido triunfo aunque la felicites por ello; todo es de sensibilidad ligera, sin profunda percepción sensitiva; la razón consume y analiza, el corazón permanece sereno y tranquilo, un sentimental y delicado relato que ni turba ni agita, narra simplemente, que no es lo mismo.