Diario de una adolescente atrevido, deslumbrante y diferente, más en contacto con el despertar de una joven a su sexualidad y el caos que ello proporciona, ese poder que otorga un cuerpo joven en aprendizaje de todo/experto en nada que simplemente prueba lo que se presenta, como experiencia propia de la vida que está descubriendo.
“Me gusta el sexo. Me gusta que me cojan. Sólo quiero que me toquen”, licencia central de un joven que confunde sentimientos, equivoca ruta y se castiga por ello, el difícil trance de llegar a esa edad compleja donde todo está por vivir, sin poseer la sabiduría necesaria para no fallar y lastimarse.
Música genial, de acompasado ritmo, para una alocada historia, fresca, vital y personal que pasa de convencionalismo y florituras; familia desestructurada, que incluye a nuevos miembros por parte de una madre que no sabe ser feliz sin un hombre, una hermana cotilla, una amiga salida y una protagonista normal, un poco gorda para su gusto, no muy guapa según su opinión, que se descontrola al conocer el placer de una carne en roce con otro ser humano; goce placentero recién hallado que centrará sus pasos hacia esa evolución donde las emociones se confunden y los sentimientos interrumpen un camino desmadrado, que se estrella sin poder evitarlo.
Muestra lo no permitido con valentía de gusto que no ofende, y plasma a la perfección ese desvarío en el que se encuentra la incorporada adulta, esa lolita que averigua sus virtudes, las explota y maneja a capricho manipulador del momento, según apetezca.
Marielle Heller escribe y dirige un relato audaz, inconformista y refrescante que habla con fuerza, claridad, directo a la pantalla y a un espectador compulsivo que le cuesta acoger y seguir a esta quinceañera y su ávido mundo sin sobresaltarse, enmudecerse y quedar fascinado por la naturalidad y franqueza de exposición que no esconde, que no huye y que habla con rotundidad del lío mental de una cabeza, cuyo cuerpo va a mil por hora solicitando paso.
Impresionante debut de Bel Powley como actriz principal, su soltura, desparpajo, honestidad y sentida capacidad transmisora, recogida al vuelo por la audiencia, favorecen una extenuante absorción de todo lo expuesto sin pérdida notable de la calidad exhibida desde el primer instante; más una estupenda Kristen Wiig, como madre idolatrada que pierde fuelle y enteros para convertirse en todo aquello a evitar si es posible, esa dependencia emocional de un hombre para la prosperidad afectiva y poder ser alguien en la vida.
Sorprende, altera y aturde, maravilla de narración expuesta, descarada e insolente, que no deja indiferente; entiendas o no, gustes más o menos, te escandalice o sugestione es claro que ha atrapado tu pensamiento durante sus 102 minutos; conócela, no la juzgues y recuerda lo que era sentir la dicha absoluta seguida de la desgracia más mísera, esa noria sin control ni freno que decidía sin pensar en las consecuencias y que quería comerse al mundo aunque este, más pronto que tarde, la engullera.
Simpática, locuaz, abierta, de energía exploradora, difícil resistirse a ese recóndito retroceso a tan complicada y peligrosa época.