En el aeropuerto, a la espera de su compañero de aventura y milagro que sea su apoyo en caso de dificultad y percance y…, la primera vez que tienes reunidos a los dos personajes, tu inmediata impresión es ¡qué dura es la vejez!, ¡qué dictatorial sentencia presenta!; a continuación, tras dicho sorpresivo efecto, por ese inesperado impacto de un desfigurado Nick Nolte y un más esbelto Robert Redford, comienzas a simpatizar y disfrutar de la sabiduría de estos dos inteligentes actores, con años de válida y reconocida experiencia.
Tampoco es que encuentres una maravilla de guión que de para regocijo exquisito, es cálida, grata, de conversación en tono irónico buscando algo parecido al humor sincero e instantáneo de aquel que dice verdades amargas riéndose de los demás y de el mismo.
Avanza con sencillez y cordura de lo que es creíble y de lo que sería desproporcionado intentar, experiencias de dos amigos de antaño con un objetivo a la vista, atravesar el sendero de los Apalaches realizando senderismo, ese arte de poner un pie tras otro, con mochila a cuestas, y hacer camino mientras se place, deleita y aprecia el terreno montañoso y las hermosas vistas.
Basado en el libro de Bill Bryson, que se aventuró en dicho viaje, no hay motivo para empezarlo, tampoco ninguno para acabarlo, punto de partida de un argumento que empieza con cierta gracia a comicidad trabajada pero que, poco a poco, se dirige hacia el relleno fácil con alguna travesura que está de más dada la pareja formada; ese clásico panorama de recuerdos y añoranzas, de comparar presentes y de echarse en cara la evolución escogida por cada cual, algún amago por aquí, cierta patosa carrera por allá, mínimos momentos para la intimidad y la ocasional metedura de pata que les obliga a ser ingeniosos mientras descansan a respirar.
Porque es lo que vende, esa maravilla de pausa anímica cuando se está en contacto con la naturaleza, esa profunda respiración de quien deja la mente al margen de los habituales problemas, esa superación de una auto impuesta prueba, de gran logro y dureza, que no tiene fin ni objetivo excepto estar con uno mismo y respirar todo lo profundo que se pueda.
“Intenta no morirte”, expresa una siempre serena y firme Emma Thompson, como elegante secundaria de lujo para esa diestra respuesta, “haré lo que pueda”, de sarcasmo escondido por una edad que ya dice lo que piensa, sin sociales tapujos, reflejo de esa sonrisa cómplice que surgirá por cariño y apetencia hacia los intérpretes, dado su esfuerzo y ganas de gustar y agradar; es la motivación que mantiene su consumo, pues no aporta gran cosa excepto esa simpatía,querencia, testarudez y rebeldía de dos adultos entrados en edad probando a ser temporalmente jóvenes, aunque los achaques de sus cuerpos les recuerden, sin excusa ni perdón, que ya no pertenecen a dicha época.
Ken Kwapis ofrece un trabajo amable, complaciente, dicharachero, de colegas haciéndose compañía mientras se enfrascan en un camino de Santiago en tierras americanas, amena no tiene propósito, únicamente llenar el tiempo de viaje con informal conversación que distraiga medianamente; pero vale, no importa, es el aniquilado príncipe de las mareas que intenta sobrevivir y reinar de nuevo, más ese hombre del presidente que sigue dando su rotundo golpe aunque ya no impresione, ni enamore y haya perdido parte de su gran maestría y destreza.
Da para velada modesta que busca visión afable y anodina, tiene una bella fotografía, pues la ruta elegida posee paisajes de grandeza sublime para la mirada y el alma, el resto es un dúo armonioso y cordial que intenta provocar cierta chispa aguda con sus palabras y torpeza entrañable, siendo ternura y condescendencia lo que mayormente se les concede.
“¿Cómo sabes todo eso?” “Libros, es la televisión para los inteligentes”… siempre hay que dejar caer algo de instrucción educativa y personal halago hacia la profesión de uno -la cinta proviene de la escritura de un libro- que, oída desde esa ventana que le ha llevado a la gran pantalla del cine, no deja de ser toda una paradoja.
Un paseo por el bosque; efectivamente, no promete más. La caminata es de relajado domingo, con alguna difícil cuesta, piedra incómoda, resbalón inoportuno pero, en general, suavidad sin complicaciones como estandarte.
¡Adelante, veteranos!, ¡a correr su propia descafeinado juerga!, os lo habéis ganado, así como el respeto por los años de placer y encanto otorgados.