Lo rutinario y conocido ¿debe, por fuerza, ser desaborido y desnutrido, escaso en su empuje?, lo típico, mil veces visto ¿lleva inevitablemente el sello de desgana adosado a su visión y consumo?, ¿es habilidad del director y destreza del guionista cambiarlo?, ¿se equilibra, el mínimo de delirio y la ausencia de vigor, con la monserga de palabra y actitud reposada de quien la oferta?, pues una mirada plácida y cómoda no es lo mismo que esa vitalidad de observación fervorosa.
Directo a dvd, es carne de televisión de sobremesa o noche ligera, todo un clásico para el sagrado deporte del fútbol americano, ensalzado hasta la saciedad en multitud de ocasiones en diversas cintas, equipo legendario ganador que pasa por el bache de romper su magnífica racha y emprende una caída hacia el infierno del lado opuesto, que parecen, de ninguna manera, poder detener.
En este caso, hecho real de victorias ganadas por los espartanos, los “Spartans Concord” de California, que se verá interrumpida por una inesperada derrota que pondrá a prueba sus ideales, fortaleza y unión como equipo, más el añadido de las historias personales y relación de amistad y rivalidad que se establezca entre los enaltecidos jugadores.
James Caviezel, como inspirador entrenador que cuida de sus pupilos, no sólo en el terreno de juego, sino con lecciones de perfección, valor, grandeza y coraje fuera del mismo, inmaculada pose que se sirve de ejemplo y espejo para sus chicos, su verdadera familia; todo ello con evidente falta de carácter, aptitud y carisma en su persona y en cada uno de los fotogramas.
No hay estrés, no hay gritos, no hay presión ni portentosos enfrentamientos, no hay tirante cara a cara, ni daños colaterales, ni verdadera maldad deliciosa, todo está leído y ofrecido en tonos religiosos, espirituales, de lealtad al amigo, de ayuda al necesitado; muchas frases filosóficas de cómo encarar la unidad de grupo, la vida en hermandad con el equipo, todo con un compás de calma, con entonación dulce y serena, lectura sobre los efectos devastadores de la victoria y los provechosos de una oportuna derrota, y muchos más sermones iluminados de escaso emoción sentida.
Mirada neutral y pasiva de quien observa la autenticidad de un relato, con buenas escenas deportivas pero, con un retrato insustancial respecto los accesorios que rodean a lo que sucede en el campo; no hay pasión, no hay entrega, no hay frenesí ni locura, se capta por su reflexiva lectura intuitiva pero no por los afectos que transmite, ni la querencia y estima que despierta.
“¿Por qué no bate el récord?” “Porque no es sobre el récord, es sobre el equipo”, y en ello se centra Thomas Carter, en ese enfoque neutro, poco llamativo que muestra la particular forma de enseñar de este querido entrenador y los esenciales principios que inculcaba a sus muchachos, más preocupado por su ser, estado de ánimo, circunstancias especiales y rumbo de sus vidas que por las estadísticas del equipo; mandato disciplinario de convertirlos en hombres de provecho, en hacerlos madurar, en enseñarlos la difícil tarea de levantarse y continuar cada vez que te golpeen y caigas.
Toda una institución legendaria que es interesante y curiosa de conocer, la parte positiva de un guión que no sobresale más allá del descubrimiento de esta marcada personalidad, el resto es un tranquilo paseo por el mundo del balón y sus encumbrados adyacentes norteamericanos a nivel de escuela secundaria pues, tan ilustre personaje nunca cayó en la tentación de pasar a profesionales, fue leal a los suyos al predicar lo que expresaba con su propio ejemplo.
Para lo peculiar y característica que era la forma de instruir y proceder de este homenajeada figura, la película es muy estándar; cinta corriente para quien se salía de todo conocido estereotipo, toda una irónica paradoja.
Hay liga, clasificación y final de partido, pero no explosión de ímpetu por lo visto.