El que Xavier Dolan ganará el premio del jurado en Cannes ex aequo con la leyenda viva de la nouvelle vague, Jean-Luc Godard y su ‘Adiós al lenguaje’, fue cuanto menos extraño y elocuente. Que el más joven del certamen compartiera galardón con el más veterano fue una declaración de intenciones del Festival de Cannes. El prodigio canadiense levanta pasiones allí por donde va. Hablen bien o hable mal, lo importante es que hable…y él lo sabe. Su último largometraje, ‘Mommy’, supone un punto de inflexión a una extensa filmografía como cineasta para sus 25 años de edad.
Año 2015. En un Canadá distópico; se aprueba la ley S-14, que permite a los padres de clase media y baja, y que estén angustiados, puedan abandonar a sus hijos enfermos en el hospital, ya que será el Estado el que se haga cargo. Sin embargo, Diane, Die para los amigos, Després, decide educar ella misma a su hijo Steve, que padece un tipo de Trastorno por déficit de atención con hiperactividad que le provoca ataques de violencia y agresividad, después de haber sido expulsado de varios centros de internamiento. La convivencia no es fácil; sin embargo, en sus vidas aparecerá Kyla, la vecina de enfrente cuyo carácter conciliará las personalidades opuestas de la madre y el hijo.
Si algo tiene como sello personal el cine de Dolan es su afinidad en mostrar las complicadas relaciones entre madres e hijos. Su ópera prima, con tintes autobiográficos: ‘Yo maté a mi madre’, ponía en cuestión estas relaciones. Sus siguientes películas, ‘Los amores imaginarios’ o ‘Laurence Anyways’, trataban también el tema aunque de forma más secundaria. Ahora el cineasta no protagoniza el filme y delega esa labor en un actor.
Aunque el director diga que no se trata de una convivencia entre un niño maleducado y una madre que no ha sabido criarlo, algo de eso sí lleva. Dolan desacierta en querer mostrar que los defectos de un hijo no son influencia de los padres; no sólo porque sociológicamente es algo refutable sino porque sería incoherente para el filme. El personaje de Steve resulta tedioso, extremo, impredecible. Todo ello se debe a la interpretación increíble de Antoine Olivier Pilon; que viene amadrinado por dos grandes del cine francófono canadiense: Anne Dorval y Suzanne Clément. Ambas ya habían trabajado con el joven realizador y en ‘Mommy’, las dos dan lo mejor de sí en la pantalla “vertical”. Dorval es esa madre incomprendida, una mujer tuvo todo y que ahora no tiene nada y que debe hacerse cargo de su hijo con una responsabilidad a la que no está preparada. Clément es esa vecina misteriosa que apenas puede hablar debido a un problema de lenguaje que tiene desde que a su familia que le ocurrió un trágico suceso, la actriz es represión, explosión y contención, la mayor parte en lenguaje no verbal. Puede ser una de las mejores interpretaciones de ambas en sus filmografías.
El formato 1:1 con el que se ha rodado gran parte del metraje hace que se entre con rapidez en la psique de los personajes que aborda. Sin embargo, cabe preguntarse si hubiera resultado igual de fácil si se hubiera rodado sin ese recurso. Dolan es un gran amante de la cultura pop, escenas con canciones de Céline Dion, Andrea Bocelli o Lana Del Rey son algunos ejemplos; aunque, en algunos momentos, resulta tedioso e innecesario como fondo (especialmente escenas en donde se escuchan a la cantante Dido y al grupo Oasis). Muchos seguidores acérrimos de esta joven promesa le tachan de ser original, pero su virtud radica en que sabe utilizar la personalidad de otros cineastas para forjarse la suya propia. En ‘Mommy’ ha habido momentos que recuerdan a ‘El tiempo que queda’ o ‘Bajo la arena’ de François Ozon; a ‘Todo sobre mi madre’ de Pedro Almodóvar; o hasta a ‘Mamma Roma‘ de Pier Paolo Pasolini o ‘Todos nos llamamos Alí’ de R. W. Fassbinder. Dolan es muy hábil e inteligente a la hora de coger influencias ya que las hace suyas.
‘Mommy’ resulta la mejor producción que ha dirigido Dolan hasta el momento. Da la sensación de que cierra un ciclo, su siguiente proyecto se aleja de las relaciones materno-filiales. No llega tanto al alma como ‘Mil noches, una boda’ o ‘Carmina y amén’, producciones similares con homenajes a esa madre que perdona todo. Quizás peque de excesiva ambición y soberbia, en eso recuerda a David O. Russell, que provoca que su mensaje se diluya, resulte algo frío y deje algún que otro cabo suelto. Aun así, gracias a su particular personalidad y habilidad para utilizar referencias; el cine de Xavier Dolan puede o bien madurar como los buenos vinos o bien avinagrarse como lo ha hecho el de Jason Reitman. El tiempo lo dirá.