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Crítica de ‘1976’ (Manuela Martelli, 2022), formas de volver a casa

1976, Chile. Carmen se va a la playa para supervisar la remodelación de su casa. Su marido, sus hijos y sus nietos van y vienen en las vacaciones de invierno. Cuando el sacerdote de su familia le pide que cuide a un joven que está alojando en secreto, Carmen se adentra en territorios inexplorados, lejos de la vida tranquila a la que está acostumbrada.

La colmena en la que se debate el espíritu de 1976 (2022) es indudablemente la del despertar y la toma de conciencia. Manuela Martelli traza en su primer largometraje, enmarcado en los mecanismos del «thriller» político, el inicio del paulatino proceso de reconocimiento acerca de los poderes del privilegio y la clase de una mujer burguesa en medio de los primeros años de la dictadura militar de Pinochet. Sin embargo, sería tan absurdo como perjudicial descontextualizar el film eludiendo el gran peso histórico de su relato –degradándolo a alegoría inconcreta– como supeditar todo su significado únicamente a la crítica de la convulsa naturaleza política de Chile y el régimen fascista. El ejercicio de síntesis con el que se acerca la cineasta sobrepasa esos límites emancipándose de la documentación panfletaria a través de un acto de rebeldía enraizado en lo íntimo, en lo familiar y en una lectura de género individual que apela a lo universal.

Dicho espíritu, en este caso, de gran parte de las producciones situadas en este periodo, se había acostumbrado a la denuncia del régimen por medio del apego hacia lo concreto, lo conciso y en muchos casos lo didáctico, pero desde un único punto de vista. Incluso otras cinematografías colindantes habitaban un imaginario homogéneo. Se podría encontrar ejemplos en Azor (2021) de Andreas Fontana, Rojo (2018) de Benjamín Naishtat y también en el nuevo cine chileno especialmente representado por Pablo Larraín. Quizás este es uno de los principales hallazgos de la obra de Martelli, pues, saca fuerza de esa tradición de «cine político» para ir más allá de cualquier artefacto frívolo o anecdótico. Como ya pasaba en Tarde para morir joven (2018) de Dominga Sotomayor –productora de esta película– su aproximación es histórica, da cuenta y se da cuenta de la Historia, pero no queda limitada por ella en su necesidad.

Fotograma de ‘1976’

En presencia de un decidido alegato contra los fascismos pretéritos y actuales, 1976 pone en imágenes una parte esencial de la historia, situando el eje del film en el espacio doméstico y redirigiendo la mirada hacia la cotidianidad de esas mujeres «anónimas». Este desarrollo inédito se asienta en una verosimilitud estética y ética que hace que pueda rebasar ampliamente el cauce estrictamente político –es decir, estratégico o impostado– del cine social antifascista ortodoxo. La realizadora toma como punto de partida el final de la vida de su propia abuela, a la que no conoció, para dar forma e imaginar gran parte de las intuiciones e inquietudes de su personaje protagonista: Carmen (Aline Küppenheim), una ama de casa de clase alta a la que el tedio de su claustrofóbico y redundante universo la lleva a la alienación y la evasión mientras reconstruye su casa de vacaciones y de paso, a sí misma.

Dicha evasión es fundamental para que pueda llevar a cabo una mutación tan íntima como clandestina en la que la atmósfera ominosa –generada en gran parte por la música de María Portugal que logra conectar el horror y el pánico de la protagonista con el de las víctimas de la dictadura– avanza turbia y misteriosa. Asimismo, el diseño artístico y la composición de los planos, depuran la evolución y el cambio de mirada de la protagonista, donde una gota de pintura, el cuidado de un miembro de la lucha contra Pinochet o el choque frontal del mar incesante, conforman una “catábasis” hermética, privativa y silenciosa.

Fotograma de ‘1976’

Si bien el papel de Küppenheim, actriz que ya había coincidido con Martelli en Machuca (2004), podría invitar a la disociación de la sensibilidad y al correlato objetivo de rechazo hacia una parte de la sociedad que tradicionalmente ha estado acostumbrada a beneficiarse de la supresión de libertades y derechos, el guion de Moffat y Martelli aligera su carga y opta por establecer una analogía entre lo que vive el país y lo que vive Carmen.

Ella sufre las restricciones propias de su género en una nación que se encuentra bajo una dictadura militar y, a pesar de que parezca que la represión del país no va dirigida específicamente hacia ella, aquí se encuentra uno de los grandes interrogantes de la película: ¿exactamente a quién va dirigida esa represión? La desconexión y un cierto anacronismo en los denominados agentes «verdaderamente contemporáneos» circundantes del ecosistema político y artístico actual, hacen que este film, hecho sobre mujeres y por mujeres, sea capaz de percibir, visibilizar y enunciar mejor su propia época; y no desde un lado luminoso, sino desde un lado oscuro, ancestral y siniestro, construyendo territorios y formas potenciales que permiten poner en suspenso la política efectiva del presente para poder pensar en las variaciones posibles del devenir contemporáneo.

Tráiler de ‘1976’

¿Nos encanta?
Overall
4.3
  • Originalidad
  • Fotografía
  • Montaje y edición
  • Música
  • Guion
  • Interpretaciones
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